El catalanismo y sus socios

En la localidad gerundense de Blanes han celebrado estos días, como en toda España, sus fiestas patronales. Ha habido fuegos artificiales, conciertos, cabalgata y, cómo no, “castellers” y “correfoc”. También ha habido un cantautor que se ha encargado de amenizar los actos con canciones que relataban en un tono elegíaco, como si recordara las desdichas de la princesa Melisenda o las de Roldán y los doce pares de Francia, los avatares del “procés”: presos políticos, exiliados, fronteras… Alguien habrá compuesto ya una de esas habaneras tan sentidas que tanto gustan a los catalanes, pueblo –siempre se ha dicho- sentimental donde los haya.

Lo interesante es que en Blanes gobiernan los socialistas del PSC. Y son estos mismos socialistas del PSC los que promueven en su ciudad unas fiestas que, además de escenificar la brillantez de las tradiciones catalanas, relacionan estas con el proceso secesionista. Podían haber hecho sólo lo primero, pero no les resulta bastante. Para demostrar su “catalanidad”, necesitan dar un paso más y abrazar la causa independentista

La política de brazos abiertos a los secesionistas por parte del gobierno de Pedro Sánchez ha puesto en el debate público la cuestión del catalanismo, que ya lo estuvo en tiempos de Rajoy y Sáenz de Santamaría. Parece evidente que el catalanismo no independentista tiene ahora una nueva oportunidad de hacer un aterrizaje suave en la realidad.

Ocurre, sin embargo, que el exceso de celo socialista hace aún más difícil lo que, de por sí, sería ya una heroicidad. No sólo habría que tener el coraje, la energía y la capacidad de liderazgo de resucitar el catalanismo y articular con él una posición nueva, no nacionalista. Es que ese posible movimiento debería descartar como interlocutor al PSOE porque este, extraviado en su sueño federal, ve con más simpatías a los nacionalistas que a cualquier posible catalanista. El único interlocutor posible del catalanismo era el Partido Popular. Digo bien “era”, porque da la impresión que el equipo de Pablo Casado no va por ahí. Y si es así, esa oportunidad habrá pasado sin remedio.

La Razón, 21-08-18