Concordia

Es bueno que la palabra “concordia” vuelva a aparecer en el paisaje político nacional. Llevamos tantos años de enfrentamiento que hemos acabado convencidos de que la política es un simple ejercicio de confrontación para conseguir el poder a costa de lo que sea. Así nos hemos convertido en unos sucedáneos del príncipe maquiavélico, sin capacidad para ir más allá de la pelea partidista.

La política no es eso, sin embargo, y Pablo Casado hace bien en recurrir a la concordia para hablar de dos nuevas iniciativas. Una de ellas es la creación de una fundación para el nuevo Partido Popular que se llamaría Concordia y Libertad. Un partido político no puede vivir sin ideas propias, y es el debate de ideas el que permitirá que el PP recuperar el puesto que debe tener y volver a incorporar a todos los que en los últimos años se han ido, casi por aburrimiento.

Casado también ha anunciado una alternativa a la Ley de Memoria Histórica, que estaría inspirada y presidida por ese mismo concepto. Después de que el PSOE de Rodríguez Zapatero reabriera las heridas de la Guerra Civil, Pedro Sánchez quiere acabar de fijar una versión excluyente del pasado español. Hablar de concordia ante estos gestos quiere decir aceptar la idea de que la convivencia entre españoles no se puede basar en la reivindicación de uno de los dos bandos enfrentados en los años 30, sino en una superación de ambos.

Esa es la condición de una reconciliación que recoja los términos de la Transición y vuelva a darles sentido en un momento y en una circunstancia política bien distinta. La palabra “concordia” no cae en la reivindicación retrospectiva y permite abrir el horizonte político al futuro. Se trata de avanzar y progresar, no de retroceder y empobrecernos. Pero eso, por mucho que los últimos tiempos parecen demostrar lo contrario, no se hará sin volver a construir consensos que ahora parecen pulverizados. La sociedad española tiene que saber que el Partido Popular de Casado está dispuesto a realizar ese trabajo.

La Razón, 04-09-18