Un año después del 8-O. Vías de diálogo

Hace un año, el sábado 30 de septiembre por la tarde, se celebró en Barcelona una manifestación, no muy grande, que salió de Urquinaona para llegar a la plaza de Sant Jaume. Fue un acto en defensa de la integridad de España y un recuerdo de que no todos los catalanes son nacionalistas, y que los no nacionalistas son tan catalanes como los otros. Llovió un poco y la manifestación no resultó muy lucida. Aun así, fue extraordinaria: como un antecedente, la tarde antes del 1-O, de lo que iba a florecer ocho días después tras el discurso del Rey.

Un año después, el procés está acabado. No así el independentismo, ni los desafíos que plantea. Esto explica la existencia de dos grandes respuestas al separatismo. Una ha llegado a la conclusión de que el separatismo requiere una nueva posición por parte del Estado, esbozada con la aplicación del artículo 155. La otra presupone la existencia de una corriente de opinión, dentro del nacionalismo, con voluntad y capacidad para salir del bucle separatista y retornar al diálogo.

Las dos posiciones son legítimas, aunque la segunda presupone un voluntarismo que los hechos no respaldan. En este año no ha surgido una corriente catalanista alejada de los postulados del nacionalismo. Por su parte, la moderación de ERC es puramente táctica. Constata la derrota estratégica del procés, pero sólo para volver a ampliar la base nacionalista y continuar con la construcción de la nación catalana. Es la “normalización” de la que habla el PSOE.

Después de lo ocurrido hace un año, esto es imposible. Haber apostado por la independencia sin tener asegurados los apoyos suficientes ha creado una nueva situación: la que reveló la manifestación del 8 de octubre, precedida de la más modesta y conmovedora del 30 de septiembre. Habrá que volver a negociar con los nacionalistas, claro está, pero desde bases distintas, que tengan en cuenta que Cataluña es una realidad española, no un mundo aparte reservado a los nacionalistas. Y en lo puramente político, desde posiciones independientes, sin que el gobierno central y los independentistas dependan el uno del otro.

La Razón, 09-10-18

Foto: Manifestación 30 de septiembre 2017, Barcelona