En la oposición. PP / Vox

Hacer oposición no debe de ser fácil. Menos aún cuando, como ocurre con el Partido Popular, a la tarea de oposición viene a sumarse la de compartirla con un partido nuevo y encontrar la propia posición con respecto a este.

Convendría empezar por intentar comprender qué es y qué significa ese nuevo partido, en este caso Vox, que parece haber surgido muy específicamente para hacerle la competencia al PP. No vale intentar convencerse de que Vox es, o significa, una mera vuelta atrás, a tiempos de autoritarismo político y de imposiciones ideológicas teñidas de catolicismo ultramontano. Vox es otra cosa, y responde a la doble crisis de la economía y de la representación política. Traduce la sensación de precariedad y desigualdad que se ha instalado tras la depresión y expresa desconfianza hacia las élites gestoras. Responde a la humillación que muchos ciudadanos españoles han sentido ante unos nacionalismos sin respuesta ideológica ni política. Y canaliza la indefensión en la que se ven ante el intento de imponer desde el poder cultural –siempre en las mismas manos- pautas de comportamiento y de identidad que aspiran a ser únicas, como lo fue en su tiempo el nacionalcatolicismo. En nombre, ni que decir tiene, de la “diversidad”.

Nada de todo esto forma parte del pasado. Al revés, conforma la más absoluta –antes se habría dicho rabiosa- actualidad social, cultural y política. Por eso el PP tiene por delante un camino, fascinante por otro lado, de puesta al día. Ya lo hizo en los años 90. No parece que permanecer fiel al modelo de partido de cuadros gestores en el que lo transformó Rajoy sea lo más recomendable, pero la recuperación del término “popular”, que forma parte de la esencia del partido desde Manuel Fraga, no es incompatible con la continuidad en otros campos: estabilidad de las instituciones, capacidad –demostrada- de gestión, federalismo europeo, defensa de las ventajas de la globalización, preocupación por el medio ambiente.

El PP no tiene por qué competir de frente con los temas y las formas de Vox. Su historia y su ejecutoria lo colocan en otro lugar. Y es ahí desde donde podría encontrar la forma de modular sus ventajas tradicionales con los debates que forman el fondo de nuestra actualidad: el final del consenso progresista en cultura y en educación, las cuestiones de memoria y de identidad, el lugar y el significado de la nación.

La Razón, 28-01-20