Democracia adulta

Albert Rivera tiene razón cuando exige al PSOE que tenga sentido del Estado y se comprometa en la aprobación de los presupuestos. Y no sólo porque la exigencia le convenga a su partido en términos tácticos, sino porque es lo que tiene que decir. Habrá quien esté convencido que el respaldo del PSOE a los presupuestos del PP apoyados por C’s es algo imposible, lindante con lo utópico. Lo es, efectivamente, pero sólo desde la perspectiva de esa antigua -muy antigua- política que consistía en descartar el sentido nacional y andar negociando con los nacionalistas en detrimento del otro gran partido.

La costumbre se ha perpetuado por inercia y por sectarismo. Ahora bien, nada impide pensar que en una democracia cuajada, como la española, un partido nacional valide el presupuesto de su adversario sin comprometer con ello ni su posición política, ni su labor de oposición. Al contrario, ese gesto le proporcionaría –en este caso, al PSOE y en momentos de crisis nacional- una autoridad que obligaría a todos los demás.

Demostraría que una parte de la izquierda española tiene de nuevo vocación gubernamental, y no sólo de organización de protesta vagamente populista. Dejaría bien claro, en contra de lo que parece pensar Pedro Sánchez, que el adversario auténtico del PSOE no es Podemos, sino el Partido Popular y Ciudadanos, partidos gubernamentales y nacionales. Y con toda probabilidad le ayudaría a parar la pérdida de votos e incluso a volver a ganarlos en el centro, allí donde compiten PP y C’s, en ausencia del PSOE.

También resultaría coherente con lo ocurrido con la aplicación consensuada del artículo 155, porque aclararía a los nacionalistas que se ha acabado el chantaje que durante casi cuarenta años les ha permitido construir la nación nacionalista: la catalana, y la vasca. Y es que si alguien piensa que en el País Vasco los nacionalistas no están promoviendo la misma política de construcción nacional que los nacionalistas catalanes realizaron en Cataluña hasta el “procés”, le bastará ver la propuesta de Urkullu a Juncker sobre la Europa de las regiones, o la última celebración del “Día de la Patria Vasca”, con su bronca parafernalia neocarlista, para comprender su equivocación.

La Razón, 03-04-18