Unión Europea: la superación del nacionalismo

La Unión Europea arrancó en 1950 con una propuesta de Robert Schumann, entonces ministro de Asuntos Exteriores de Francia. Proponía la creación de una Unión del Carbón y del Acero que pusiera en común la producción dos materias primas de gran importancia y relacionadas con la construcción de armamento. Desde el primer momento, por tanto, lo que hoy es la Unión hizo de la economía el instrumento de una política centrada en acabar con los enfrentamientos bélicos entre países europeos.

 

La cooperación, concreta, hecha a base de realizaciones prácticas, requería dejar atrás una ideología, o tal vez diríamos mejor una pulsión que se había hecho con la mente y el corazón de muchos europeos, y había devastado el continente en dos guerras mundiales: el nacionalismo, esa tentación de sumergirse en la exaltación de lo propio, surgida del miedo al mundo abierto y que requiere la destrucción de todo lo que no sea como uno mismo.

La UE se construyó sobre las ruinas que dejó este delirio, aunque en los últimos años se ha tenido que enfrentar a un renacer de estas tensiones en muy diversos escenarios. Los nacionalismos, sin embargo, ya no engañan a nadie. Ahora su objetivo es acabar con la Unión, que constituye su principal muro de contención. Así es como actúan los nacionalistas ingleses, los franceses… y los catalanes, aunque estos últimos prefieran considerarse los más europeos de los europeos.

No lo son. Los nacionalistas, incluidos los nacionalistas catalanes, son los primeros adversarios de la Unión porque son los enemigos de la concordia y la apertura de los países que la componen. No es sólo una cuestión de tiempo, ni de ajuste legal. El nacionalismo catalán, como cualquier otro nacionalismo, es incompatible con la naturaleza de la UE.

La Razón. 21-10-17

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