Societat civil

Una vez, en las Cortes republicanas, Cambó se dejó llevar por la sinceridad y confesó algo que se había callado hasta entonces. Vino a decir que en los primeros años del nacionalismo, cuando fue a comprobar la existencia de lo que entonces se llamaba, con un vocabulario más regeneracionista que liberal, las “fuerzas vivas” en las que tenía que apoyarse la reivindicación nacionalista, se dio cuenta que dichas fuerzas no existían. Estaba el empresariado, que forma y ha formado una parte fundamental de la vida catalana, pero lo que hoy denominamos “sociedad civil”, ese entramado autónomo y ajeno al poder político, de intereses, asociaciones y grupos voluntarios… aquello Cambó decía que no lo había encontrado por ninguna parte.

Las cosas han cambiado mucho desde entonces, pero es probable que la observación de Cambó, digna de ser tenida en cuenta por venir de quien venía y haber sido formulada cuando ya a nadie le importaba nada todo aquello, proporcione alguna pista para comprender una de las dimensiones del nacionalismo catalán. Es bastante posible que la “sociedad civil” a la que se refieren los nacionalistas no haya sido el sustento del nacionalismo, sino su producto, la consecuencia de decisiones políticas que han venido fomentando, desde hace ya más de cuatro décadas, el surgimiento de un espíritu nacional destinado a justificar un Estado propio.

La sociedad civil, cuando lo es de verdad, no suele ser agresiva ni violenta. Al revés, refleja la voluntad de vivir juntos, y es consecuencia de una actitud que no considera los proyectos de vida ajenos como adversarios, sino como complementarios y, llegado el caso, como colaboradores. Todos ponemos poner ejemplos de este espíritu. Lo contrario está ocurriendo en Cataluña, en donde una presunta “sociedad civil”, bien manipulada desde el poder, se manifiesta para monopolizar el espacio público. Se crea así un clima de crispación que da pie a incidentes como el sufrido por Pere Navarro. Denota bien, por su trivialidad, hasta qué punto se está fomentando la intransigencia.

Por eso es tan importante que surjan opciones como la de Societat Civil Catalana. En su manifiesto, reivindican “la Cataluña democrática, basada en el respeto al Estado de derecho, que valora la libertad individual y la convivencia”, y defienden “una España que haga bandera de su unión en la diversidad”. Nada mejor le puede ocurrir a Cataluña, y al resto de España, que el surgimiento de una “societat” civil, catalana, capaz de expresar opiniones propias a favor de la libertad, la convivencia, la concordia.

La Razón, 29-04-14