La burbuja nacionalista
Los exabruptos que sobre los españoles ha venido vertiendo el Presidente de la Generalidad durante años dicen mucho del fondo ideológico del nacionalismo catalán (lo mismo podríamos decir del vasco, que llegó a mantener ocultas las obras de Sabino Arana). También contribuyen a entender la vida política y cultural español de esa misma época.
Mucho más que al totalitarismo, las reflexiones de Torra nos devuelven al momento en el que surgió en Europa el nacionalismo moderno, en plena crisis de la conciencia occidental y de los regímenes liberales. Cosmopolitas, abiertos e individualistas, estos –según los nacionalistas- estaban a punto de acabar con el alma auténtica de los pueblos europeos. La tarea de regeneración era urgente, y empezaba por el control y la exclusión de los parásitos: los judíos, para nacionalistas franceses y alemanes, los españoles para nacionalistas catalanes y vascos.
Lo excepcional no es esto, que remite a obsesiones generalizadas en todo Occidente hace un siglo. Lo excepcional es que hayan sobrevivido hasta hoy. El nacionalismo catalán y el vasco se nos presentan así como las reliquias vivas de actitudes y discursos pretéritos, que llevaron a Europa a la ruina y desaparecieron luego de ser derrotados, con millones de muertos de por medio. En España, en cambio, sobrevivieron en una burbuja que sólo ahora ha empezado a reventar.
También es excepcional la mentalidad española que ha hecho posible esta supervivencia. A pesar de manifestarse una y otra vez sin el menor pudor, el nacionalismo y su proceso de construcción nacional no eran tomados en serio por el conjunto de la sociedad, menos aún por sus elites, las mismas que ahora se escandalizan de aquello que antes se negaban a ver. Por primera vez desde el “desastre” del 98, los españoles parecen negarse a aceptar que se les insulte como si fueran un pueblo inferior. El haber abierto la puerta a esta nueva dignidad de españoles explica la histeria actual del nacionalismo, manifestada en esa vuelta a los orígenes ideológicos a la que estamos asistiendo.
Del otro lado, la verdad, no se sabe lo que es peor, si la actitud de quienes prolongan la actitud previa de respeto o la de aquellos que recién acaban de descubrir los desastres del nacionalismo y nos dan lecciones a los demás.
La Razón, 18-05-18