El áurea de Sánchez

Áurea. El “áurea” de Sánchez. La expresión es de Albert Rivera y se refiere, o se debe de referir, a lo que antes se llamaba “prestigio”, luego se llamó “imagen” y ahora se dice “reputación”. Si se populariza la propuesta del inquieto  líder del centro progresista liberal, habremos salido ganando.

En cuanto al fondo del asunto, Rivera parecía hablar de lo conseguido por Sánchez en estos meses. Habiendo llegado al poder con el apoyo de lo más extremista de todo el espectro político, como son los filoetarras, independentistas, nacionalistas y populistas, Sánchez se dispone a presentarse a las próximas elecciones como el campeón de la moderación y la sensatez.

Lo habrá conseguido gracias a la fragmentación del centro derecha, con líderes en competencia y la necesidad de desmarcarse de la herencia de Rajoy que, por el momento, ha quedado –pese a Rivera- como el titular del centrismo en este lado del espectro político. Pero eso es otro asunto. El aspecto fundamental del éxito –al menos momentáneo- de Sánchez consiste en haber conseguido al mismo tiempo anular a Unidas Podemos y volver a traer a sus electores al PSOE. Reunir a la izquierda. Si Podemos fue de verdad una operación destinada a dividir la izquierda, como se ha dicho tantas veces, se habrá de reconocer que con Sánchez ha salido un alumno aventajado.

No le ha salido gratis. Las 370 medidas del PCP (Programa Común Progresista) demuestran hasta qué punto el PSOE de Sánchez ha hecho suya una retórica demagógica, al borde mismo del populismo, mientras, por el gesto mismo de hacer todo lo posible por rechazar la amistad de los de Pablo Iglesias, hace como que nada tiene que ver con esos mismos populistas. Con el independentismo catalán en retirada, incluso se puede permitir el lujo de llamar a defender la unidad de la nación: sin exageraciones, no vaya a ser mal entendido por los amigos.

Volvemos por tanto a una posición socialista bien conocida, una retórica de matices radicales para políticas que no lo son tanto, salvo en el terreno cultural, donde Sánchez se parece más a Rodríguez Zapatero que a otros líderes socialistas anteriores. Pero incluso esto parece bien diseñado para conseguir respuestas coyunturales, destempladas, repletas de adjetivos a veces difíciles de entender, de los que tan sólo suele quedar el tono malhumorado. Lo del “áurea”, significativo de por sí, por lo menos resulta más sugestivo.

La Razón, 12-09-19