Defensa de la Monarquía

Durante los últimos cuarenta años democracia, las elites, y muy en particular los intelectuales, han hecho gala de ser monárquicos por motivos utilitarios o, aún mejor, porque la Monarquía “juancarlista” era una especie de monarquía republicana. Como las elites políticas, por su parte, han guardado un silencio turbio y espeso sobre la institución, era cuestión de tiempo que la Corona llegara al grado de indefensión en el que se encuentra hoy.

Parece, sin embargo, que algo empieza a cambiar. La campaña del grupo de intelectuales de Libres e Iguales resulta importante en este aspecto. El intelectual, de por sí, es reticente a reconocer la realidad de algo que vaya más allá de lo que él cree que es la inteligencia. Desprecia la experiencia que, en vez de plegarse a la razón, la desafía. Experiencia es, en este punto, casi tanto como historia, y por eso tantos intelectuales ensimismados en su narcisismo, menosprecian la relación de España con la Monarquía. Pero esta demuestra que la Monarquía forma parte de la esencia interna de nuestro país, esa “constitución” propia de cualquier comunidad política que una buena Constitución escrita debe traducir con sensibilidad y respeto. Lo hizo la Constitución de 1978, pero el trabajo que debía venir después se quedó sin cumplir… hasta el día de hoy.

A la Monarquía le perjudica también una idea de la democracia según la cual nada de lo que atañe a la vida pública debe quedar fuera del control de los que la constituyen. Aquí estuvo una de las causas de la rápida deriva hacia el terror de la Revolución Francesa. Algunos grandes estudiosos y políticos de entonces abogaron por regímenes mixtos, en los que una institución, en este caso la Corona, quedara fuera de la acción partidista. Hoy el horizonte no es ya la revolución totalitaria, sino una situación nueva de ingobernabilidad política y social, incluso personal. Justo cuando nos creemos dueños de nuestro propio destino, y justo cuando nadie, por derecho inapelable, acepta una autoridad que no vaya fundada en la decisión consciente, aumenta la sensación de que hemos perdido el control de los procesos sociales y políticos y con él el de nuestra propia vida. La crisis del covid-19 culmina esta (r)evolución. Por eso es importante que los partidos políticos integren en su acción y en sus programas la defensa activa de la Corona. Ya no se puede ser monárquico por defecto, ni por “juancarlismo”.

Queda mucho por hacer. Pasará tiempo hasta que se reconozca que la Monarquía, aquello mismo que debe quedar fuera de la acción política, es justamente lo que da sentido al resto. La clave de bóveda que siendo en apariencia puramente simbólica, apuntala todo lo demás. Por eso mismo quieren acabar con ella y por eso mismo las elites y los partidos españoles deberán hacer un curso acelerado de monarquismo y lealtad monárquica. También vendría bien algo menos de arrogancia y más atención a lo que la ciudadanía que no va con los derechos ni con la igualdad ni la libertad por delante, comprende intuitivamente.

La Razón, 13-10-20