Una izquierda del siglo XIX

Detrás de la afirmación según la cual los niños no son de los padres latía, aunque degradada y tal vez incluso ignorada por muchos de los que la utilizaron, la tradición republicana francesa. En pleno siglo XIX, hace 150 años, en las batallas entre el republicanismo laico y la Iglesia educadora, los laicistas apelaban a los “derechos del niño” para sustraer a los niños y a los estudiantes de los colegios católicos que eran los que hasta entonces se habían encargado de su educación. Lo consiguieron con mucho esfuerzo, y tras muchas décadas de avances y retrocesos. Hace muchos años que el asunto dejó de tener actualidad en Francia. Lo mismo se podría haber esperado en España, donde existe una libertad total de culto, de expresión y de educación. No es así. También en esto la izquierda española sigue instalada en el mundo de las luchas ideológicas pro laicistas. Es una de sus señas de identidad, como se dice, y por eso nunca renunciará a él. Jamás se conseguirá que escuche los argumentos de esa parte del mundo educativo, de enorme importancia, ajena a su laicismo militante. Aun menos negociará con los que considera no ya sus adversarios, sino sus enemigos políticos, como son los partidos de la derecha.

Son muchos en nuestro país los que no quieren ver esta realidad y hablan como si hubiera dos visiones de la educción enfrentadas desde –por lo menos- los años del krausismo. No es así. Lo que hay es una idea de la educación atascada en la fantasía de la escuela estatal laica, y en la medida de lo posible dominante, sin entender la aconfesionalidad proclamada en la Constitución y la pluralidad que se ha instalado en la práctica. La escuela, para el socialismo, no es el mejor instrumento posible de mejora y progreso. Es una palanca para un proyecto de ingeniería social, cultural y político: visión uniformizadora e igualitarista, recelosa ante de la iniciativa social y ante la libertad, ajena a la multiplicidad de intereses, de ambiciones, de creencias y de necesidades que conforman la sociedad actual.

Para el PSOE, la enseñanza, por tanto, está politizada de raíz: en sus contenidos, que han de inocular una determinada visión de la realidad, en sus métodos, encaminados a la uniformidad igualadora, y en su planteamiento general, que debe privilegiar la enseñanza estatal, ya sea central o nacionalista, porque otra de las señas de identidad de nuestra izquierda es la aversión a la idea de nación española.

Así planteado el asunto, tiene una vertiente referida a la enseñanza en sí. Se trata de ir asfixiando la enseñanza concertada, ir cerrando la red de colegios de educación especial, suprimir la exigencia pedagógica y la responsabilidad individual, liquidar el castellano, cerrar las clases de religión… Son los temas compulsivamente repetidos, que la ley Celaá vuelve a sacar como si fueran nuevos. La otra vertiente es política y tampoco tiene solución. No hay forma de negociar nada de esto con nuestros socialistas. Seguiremos dando vueltas a obsesiones de hace cien y 150 años. Sin tregua ni final.

La Razón, 24-11-20