L’amour
El fichaje del general José Julio Rodríguez por Podemos llama la atención por la aparente distancia que media entre los protagonistas. Es cierto que sorprende un poco que todo un ex Jefe del Estado Mayor se alíe con un grupo de extrema izquierda. Aun así, tampoco es una novedad. José Julio Rodríguez está en la línea de los Espartero y los Prim. Un nuevo “ayacucho” que conecta con la tradición caudillista que Podemos, vía la Venezuela bolivariana, reivindicó en su momento. Cierto que el general José Julio Rodríguez no parece estar hecho de esa pasta.
En las filas socialistas, y más precisamente en el círculo próximo a Pedro Sánchez, el fichaje no habrá caído muy bien. Y sin embargo, también en esto el caso tiene explicación. Podemos es, en más de un sentido, el producto del zapaterismo y este movimiento revela las dificultades de Sánchez para situarse ante una herencia que le disputan por la izquierda. No deja de ser lógico que el legado del antiguo Presidente acabe confluyendo con la actitud de quienes están renovado el propósito de este: hacer de España un ente postnacional, y de la política un crisol de emociones, un canto a la vida sin barreras. Hay que enamorar a Cataluña, es de lo primero que ha dicho el futuro ministro de Defensa de Pablo Iglesias. Rodríguez Zapatero no lo habría expresado mejor.
Posiblemente, ahí esté el núcleo realmente paradójico, y al mismo tiempo el más revelador de todo el asunto. Desde la revolución de los años 60 y 70, el Estado se ha convertido en una entidad encargada de defender y ampliar los derechos individuales. Esa es su principal misión, a la que todo lo demás está subordinado. La función choca con algunas de las reliquias que todavía tiene que asumir. La defensa de la integridad del territorio nacional es una de ellas (y en nuestra Constitución, eminentemente revisable en todo esto, la de garantizar la soberanía y el ordenamiento constitucional). Es difícil pensar que el Ejército abandone del todo este cometido, aunque la UME (Unidad Militar de Emergencias) de Rodríguez Zapatero indicaba ya cuál es el signo de los tiempos. Faltaba dar un paso más, y lo ha empezado a dar el general José Julio Rodríguez de la mano de Pablo Iglesias. Lo más inquietante es que la propuesta, aunque un poco paródica, encaja con una evolución profunda, que parece tan irremediable como en su día lo fue la democracia.
La Razón, 06-11-15