Ideas y competencias

El año 2002 un gobierno del Partido Popular le dio el Premio Nacional de Ensayo a Manuel Álvarez Junco por su “Mater Dolorosa”. Aquel trabajo sirvió de base para la ideología o el relato que triunfaron luego en la universidad. Según estos, las naciones son construcciones narrativas y la construcción narrativa española resulta particularmente deficiente. Después de la moda del fracaso de la revolución burguesa y liberal española, llegó la del fracaso de la nación española. En esas estamos.

Por eso cuando el lunes pasado Pablo Casado propuso, en su intervención en La Razón, que el Estado central recupere algunas competencias educativas, hubo quien se preguntó qué quería decir eso. Porque si quiere decir que se establezca el control del Estado central para que desde allí se siga inculcando a los niños y a los jóvenes españoles –como se lleva haciendo hace años- que su país es un fracaso y su nación un relato mal urdido, tal vez no resulte necesario emprender una batalla tan costosa. Si el Estado español abandonó Cataluña hace décadas, también es porque el Estado español dejó hace tiempo de defender su propia existencia y el sustento nacional que lo fundamenta.

La intervención de Pablo Casado, por lo demás, fue de una solidez y una ambición nada comunes en el mundo picaresco y sentimental de los nuevos políticos. Destacó la atención prestada a la innovación tecnológica y a los retos que plantea, a la globalización económica y al proyecto europeo de Casado, comprometido con la UE y con la realidad nacional de los Estados que la componen. Todo esto cambió la trayectoria seguida por el propio Casado en las semanas previas, trayectoria un poco acelerada, intentando atender a demasiados frentes y con cierta falta de reposo, de maceración y de distancia. La intervención en La Razón empieza a cubrir ese vacío clamoroso que no es sólo partidista y afecta a la sociedad española entera, necesitada de instrumentos originales, nuevos, pensados para comprender una realidad inédita. Conviene profundizarlos.

La Razón, 21-09-18