Los malos resultados del Partido Popular en las elecciones catalanas se deben, por lo menos en parte, a que ha sido el gobierno del PP el que ha tenido que gestionar una crisis muy difícil. Lo que se ha hecho en estos años tiene un coste. Y por muy injusto que sea, el PP va a tener que pagarlo. Por otra parte, ha sido la política moderada del gobierno la que ha hecho posible que el electorado catalán haya podido manifestarse como lo ha hecho, sin más provocaciones que las procedentes del campo nacionalista. Nada habría gustado más a los nacionalistas que crispar las elecciones. El resultado habría sido muy distinto. Por eso el éxito de los no separatistas es también un éxito del Partido Popular.
Dicho esto, los resultados del PP vuelven a señalar, y con más fuerza que antes, lo que ya habían indicado otras elecciones previas. El Partido Popular sigue perdiendo su condición de partido de centro, capaz de aunar en torno a su proyecto a electores de ideas e intereses diversos. La coalición social que fue la razón de ser y la seña de identidad del PP está disolviéndose, y lo está haciendo no por la derecha, como suelen apuntar quienes preconizan la vuelta a las esencias o al ADN “popular”, sino por el centro, que es el otro ADN del PP, el más importante en los últimos veinte años.
A este cambio, que puede acabar afectando a la identidad misma del Partido Popular, viene a añadirse una desconexión con la opinión pública que lleva a una parte de esta a pensar que el PP carece de posición propia en algunos asuntos cruciales. No es así, como lo demuestra la brillante gestión de la crisis económica, pero incluso en este punto mucha gente tiene la impresión de que el PP ha gobernado sin esforzarse por dirigirse a la opinión pública. Es una actitud imposible en democracia, más aún en la democracia de la comunicación instantánea, la exigencia de ser escuchado, la necesidad de dar un sentido a la realidad. Ahora el centro está ahí, en esa relación constante con quienes requieren que se haga explícito el motivo de las decisiones adoptadas. No sabemos cómo va a evolucionar el PP en las pocas semanas que quedan para las elecciones generales. Aquí la atmósfera no será tan inclemente como el de las elecciones catalanas. Aun así, el resultado de Ciudadanos sitúa el cambio en modo de urgencia.
La Razón, 29-09-15
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Clooth-na-Bare
8 octubre, 2015Odiología
El centro, que aunque suene a perogrullada está en el medio, parece que es algo a lo que el PP se le resiste de una manera paradójica, porque en realidad su política es más del medio que de la derecha. Pero para encontrar el centro, hay que llegar a encontrar un equilibro que se resiste por el peso de los complejos y un argumentario tan frío como los formularios de Hacienda. El centro se gana queriendo llegar de verdad, y no aparentando que «somos centristas».
Al igual que aparentar riqueza es de ser un memo, aparentar pobreza te deja rápido con los pantalones por los tobillos pero con el calzoncillo de Calvin Klein.
Llegar al centro es entender, que no todos los que defienden a un animal no son perroflautas. Que si se ayuda a rescatar bancos para que el «Estado de bienestar» se mantenga, un autónomo es embargado de por vida por ese mismo banco, sentenciándolo para siempre, sin clemencia. Ser de centro es entender, aunque suene a derechas, que somos España, sin dudas. Ser de centro es conocer y coger lo bueno de la izquierda y lo bueno de la derecha, sin clichés, y con pelotas. Quizá el mayor logro del PP haya sido hacer ver a muchos que el centro existe, pero lejos de ellos (y a años luz del PSOE, que no se hagan ilusiones).
En definitiva, para llegar al centro hay que llegar desde abajo.
Nota, por si no lo pillan los del PP (los del PP son todos, Rajoy, Soraya, los ministros, los de comunicación, los Community Managers, palmeros y demás familia…), llegar desde abajo es llegar sin Odiología.
Gracias José María Marco por esta mágica página.
José María Marco
9 octubre, 2015Gracias, Clooth-na-Bare.