De encuestas y libros de petete, por Antonio Golmar

Frente a las columnatas de tinta que se alzan a diestra y siniestra proclamando el gran fiasco de las encuestas, yo pienso que no tanto. Casi todos los sondeos de las últimas semanas situaban la suma de votos de PP y Cs en el 46-47% y cerca de 190 diputados. Al final fue un 43%, muy cerca de la cifra real, pero sólo 163 escaños, una desviación del 8%. ¿Dónde está la diferencia y a qué se debe?

 

En cuanto al PP, su porcentaje de votos (28,7%) calcó el que le otorgaban sondeos como el del CIS (28,6%) y su número de diputados se situó en la media de las encuestas, 123. El PSOE mejoro ligerísimamente el porcentaje de sufragios vaticinado (22 frente al 20,8 del CIS) mientras que sus 90 diputados lo sitúan en la parte alta del intervalo pronosticado. Podemos mejoró en votos (hasta un 4%) y sobre todo en escaños, entre 15 y 20 más de los que anunciaban varias las encuestas, (69 al final).

El partido cuyos resultados más difieren de los predichos es Ciudadanos, cerca de un tercio menos de votos (del 19% del CIS al 14% final) y más de un tercio de escaños, de los 63-66 del CIS a 40. ¿Cuál fue el error? Que en varias provincias las encuestas situaron al partido de Albert Rivera ligeramente por encima de Podemos e incluso del PSOE, cuando en realidad fue lo contrario. En Huesca, Badajoz, La Rioja y Ciudad Real, Ciudadanos se quedó a menos de 2.100 votos de arrebatar a Podemos el tercer puesto, o en términos porcentuales, entre el 1,7% en Huesca (2.066 votos) y el 0,1% en Ciudad Real (348 votos). En Lérida y Gerona, el CIS pronosticaba que Ciudadanos obtendría sendos escaños. Al final el PP se quedó con algo más de la mitad de sus votos de 2011 pero perdió sus dos diputados, mientras que Ciudadanos no logró ninguno. Finalmente, en provincias pequeñas como Soria y Toledo y en medianas como Baleares y Alicante Ciudadanos no rebasó al PSOE y en algún caso quedó incluso por debajo de Podemos.

En total, 8 diputados menos en las llamadas provincias pequeñas, 2 en las medianas (Baleares y Alicante) y 6 en Madrid y Barcelona. Estos 16 diputados, que Ciudadanos podría haber conseguido con un 2,5% más de votos (16,5 frente al 14), son los que marcan la gran diferencia cualitativa entre muchas encuestas, que señalaban una mayoría del PP más Ciudadanos incluyo mayor que la obtenida por el PP en 2011, y la insuficiente situación actual para los dos partidos nacionales de centro y derecha.

De ser cierto que la mayoría de los votos de Ciudadanos procede del PP (así parecen indicarlo los cruces en los votos al Senado), la situación es paradójica. El leve impulso final del partido de Rajoy no sólo no le ha situado en los 130 diputados que algunos encuestadores auguraban, sino que además ha privado a Ciudadanos de un puñado de diputados fundamentales en términos de gobernabilidad. Por su parte, de forma coloquial podríamos decir que sin querer Albert Rivera le ha dado varios escaños a Podemos. El motivo de esto es que, en el sistema D’Hondt, a partir del tercer escaño lo más importante ya no es el porcentaje de voto obtenido, sino las diferencias del primero con el segundo y con el tercero, menores en estas elecciones de las esperadas. Y dado el pequeño tamaño de la mitad de las circunscripciones electorales de España, eso deja poco o nada de espacio para el cuarto o el quinto.

El sistema electoral español se diseñó para dos, no para cuatro, y eso dificulta mucho acertar en el número de escaños en las encuestas aunque los porcentajes de los dos primeros partidos sean correctos. En un escenario como el actual, tanto los encuestadores como los partidos políticos deberían fijarse en Gran Bretaña, donde se disputan 650 elecciones en otras tantas circunscripciones. A medida que avanza la campaña, los partidos y los medios de comunicación van centrándose en aquellos pueblos, comarcas y barrios en los que se juegan el poder por unos cientos o miles de votos. Los medios señalan esas zonas en sus portadas y los partidos dirigen los esfuerzos de sus militantes y de sus líderes hacia esos puntos con cambios de última hora. Al final suele ganar el partido más flexible, o el que cuenta con medios afines más precisos a la hora de sondear a los electores.

Algo de eso hicieron en esta pasada campaña PP y Podemos. Ambos sabían dónde estaban los votos que buscaban y quiénes eran, y concentraron sus esfuerzos en encontrarse con esas personas aunque a uno le costase un porrazo durante uno de sus innumerables paseos. El PSOE lo intentó, pero no le salió tan bien. ¿Qué hizo Ciudadanos? Dispersarse y desdibujar su mensaje mientras su candidato a la presidencia se centraba en las provincias más pobladas (siete actos en Madrid y dos ó tres diputados menos de los vaticinados allí) mientras olvidaba aquellas en las que se la jugaba por el canto de un duro. “A Albert lo pueden ver en la tele”, declaraba ufano el cabeza de lista de Ciudadanos en Lérida al diario El País el 17 de diciembre. Tampoco estuvo Rivera en Gerona, Huesca, Soria, Ciudad Real, Badajoz, La Rioja y otras provincias en las que quizá su presencia podría haber compensado la falta de estructura y máquina de su partido.

Tiempo habrá para que los especialistas estudien lo ocurrido y saquen las conclusiones adecuadas, o como ocurre con frecuencia, convenzan a sus jefes de que no hay nada que aprender. Acabo con unas anécdotas personales. Un día me acerqué a una mesa propagandística que Ciudadanos había montado a pocas manzanas de mi casa para coger uno de sus primorosos folletos. Se me acercaron dos veinteañeros simpáticos pero algo apocados y me invitaron a consultar su programa electoral, un volumen fotocopiado del tamaño de un tomo de la antigua enciclopedia Espasa. “Con el libro de Petete no se ganan votos”, pensé.

¿Y abordando a los participantes de alguna carrera popular multitudinaria para entregarles octavillas y encasquetarles alguna consigna? ¿Organizando caravanas de ciclistas por el centro de algunas ciudades y localidades a la hora de mayor tránsito? ¿Pintando pancartas caseras y colgándolas en cualquier sitio que no sea o al menos no parezca ilegal? “Esto no es Ecuador ni la India”, dirá más de uno. Ya, pero a veces nos parecemos bastante.

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