Sol

El resultado de la batalla electoral por Sol, es decir por el gobierno de Madrid, será determinante para la política española de los próximos años. En primer lugar, y como se decía ayer en estas mismas páginas de La Razón, consolidará, o no, la victoria de izquierdas en las pasadas elecciones legislativas. Si gana el bloque de izquierdas, Sánchez se puede considerar respaldado para una larga estancia en el poder. En caso contrario, el éxito no habrá sido tan rotundo como ahora aparece. El panorama que se dibujaría en este caso correspondería mejor a la realidad de lo ocurrido, menos triunfal para la izquierda de lo que ahora parece.

Otro de los frentes abiertos por estas elecciones será la relación entre los diversos partidos y su capacidad para alcanzar acuerdos, es decir para llegar a alguna clase de formulación y de gestión del bien común más allá de los intereses y sobre todos los sectores y las identidades representados por partidos que tienen grandes dificultades para hablar en términos generales.

Desde esta perspectiva, Madrid plantea sus propias exigencias. Como ciudad, y como Comunidad Autónoma, tiene intereses propios, como es natural. Pero también es, de por sí, un espejo donde toda España se mira. De forma paradójica sólo superficialmente, el Estado de las Autonomías ha aumentado su importancia, al apuntalar su papel primero, y fundador, como espacio de representación del Estado y de la nación, del conjunto de la nación.

Así que Madrid, tan abierta a la diversidad y al pluralismo, invita a cada uno a votar según sus convicciones. Pero también requerirá que se ponga en marcha alguna forma de gobierno que refleje en el terreno político esa unidad de fondo. Podrá ser un gobierno de izquierdas, con todas las paradojas propias de una izquierda siempre proclive a negociar con los nacionalistas en vez de intentar derrotarlos. También puede ser, aunque esto parece difícil, un gobierno de centro izquierda. Y puede ser un gobierno de centro derecha en el que estén representados todos los matices de unas posiciones en las que las discrepancias no anulan los puntos de acuerdo, desde la unidad de España y la defensa de la Constitución a la promoción de las libertades –económicas, pero también culturales y morales- de los españoles. Lo que es indudable es que en el laboratorio madrileño se va a hacer el experimento de la España de los próximos años.

La Razón, 14-05-19