Se levanta el telón

Por fin alguien en nuestro país, y desde la tribuna del Congreso ni más ni menos, se ha atrevido a tachar de “mito” eso de que “España es el problema y Europa la solución”, ocurrencia orteguiana done las haya, pronunciada poco antes de que los europeos se precipitaran a degollarse unos a otros por centenares de miles en la Primera Guerra Mundial… Sólo por eso habrán valido la pena la intervención de Santiago Abascal, la moción de censura y, si me apuran, la creación de Vox. En el discurso de Abascal hubo alguna exageración, como la de la Unión Europea totalitaria. Pero seguramente se trata de elementos calculados. Y más que para enardecer a sus votantes, que bastante indignados están ya, para poner nerviosas, y en la medida de lo posible provocar, a las elites que nos han llevado a la situación de Estado casi fallido, o sin casi, en la que nos encontramos. Es un recurso de eficacia probada, y por supuesto legítimo, aunque arriesgado.

Por lo demás, Abascal articuló un discurso en el que se defendió, como corresponde, de los muchos tópicos que se dicen sobre su formación. Y sobre todo, puso en el centro del debate político asuntos de los que o bien no se habla o bien, si se hace, no se sacan todas las consecuencias. Por ejemplo, China y la nueva situación mundial de la que China es al mismo tiempo síntoma y protagonista y que, en contra de lo que finge creer una clase dirigente sin coraje, está presente en la vida del común de los españoles. Por ejemplo, la inmigración, que no es una cuestión de racismo ni de xenofobia, o la ruina del Estado de Bienestar que se avecina de continuar las políticas que está llevando a cabo el gobierno social peronista, o la soberanía, íntimamente relacionada con la supervivencia de las democracias liberales. O, también, el gigantesco problema de irresponsabilidad y de ingobernabilidad del Estado autonómico que la crisis del covid-19 ha puesto sobre la mesa.

Y es que el covid-19, en España como en el resto de los países occidentales, ha volcado una luz muy cruda sobre problemas ya existentes. De hecho, son ya asuntos inaplazables. Los partidos políticos pueden seguir ignorándolos, como lo están haciendo cada vez con más desesperación y más frivolidad. Aquellos que se decidan a afrontarlos con nuevas propuestas, con propuestas dignas del siglo XXI y no de tiempos de la Segunda República, ni de la Guerra Fría, ni de la Transición, tampoco de los años 90, conseguirán recomponer el panorama político. Eso es lo que puso de manifiesto la sesión de ayer en el Congreso. Mucho más allá del eterno rigodón tacticista, lo que estaba en juego era si en nuestro país había cuajado una forma nueva de abordar toda esta nueva realidad. Enraizada en una historia trágica, como la que recordó la lectura –por primera vez en el Congreso…- de los nombres de los asesinados por la ETA. Asesinados por ser españoles.

La Razón, 22-10-20