Riesgos político-sanitarios

Como era de esperar, el coronavirus ha llegado a nuestro país y han empezado a aparecer casos de personas contagiadas en muy diversos puntos de la geografía nacional. Las noticias han venido precedidas de una ola de ansiedad que ha llevado, entre otros síntomas, a la compra compulsiva de mascarillas. No todas resultan útiles, ni en todas condiciones. Es de esperar que la ansiedad no degenere en histeria, como ocurrió cuando el ébola. Bien es verdad que entonces gobernaba el Partido Popular, el PSOE se encontraba en la oposición y siempre ha manipulado sin escrúpulos la inquietud de la población.

Por el momento, el nuevo virus ha demostrado la fragilidad y la exposición de la sociedad china, sometida a la mordaza de un autoritarismo sin contemplaciones. Desde hace días se repite la afirmación de que la extensión está cediendo en el país de origen, pero los datos no son de fiar, como nada de lo que provenga del Gobierno chino. Tampoco se sabe si las medidas de aislamiento de grandes colectividades son efectivas a la hora de controlar la difusión de la enfermedad. No parece que sea así, o no del todo. La transparencia y la rendición de cuentas no han sido necesarias para el crecimiento de China. Sí lo son, como se comprueba en la crisis actual, para que China sea considerado un país fiable y, además, para garantizar a la población un nivel de salud razonable.

[sapcer]

El coronavirus es producto de una mutación. Vamos a ver muchas plagas de este tipo a partir de ahora. No hay tratamiento conocido y buena parte del esfuerzo se está concentrando en la prevención. Tanto o más que las mascarillas, los profesionales recomiendan medidas de higiene básicas que en las sociedades desarrolladas se suelen cumplir, sin que sea necesario recordárselas a la población. No estaría de más que se volviera a poner el acento en esas prácticas. Las sociedades desarrolladas, en particular la española, no siempre cumplen esos requerimientos, sobre todo en el espacio público. En cualquier caso, la crisis, tanto como sanitaria, es de orden político. En primer lugar, enfocada en China, luego en el comercio y los intercambios mundiales y, en lo que a nosotros respecta, en la gestión europea y nacional de una enfermedad que se difunde a gran velocidad. El sistema sanitario español está, muy probablemente, a la altura del reto. No sabemos si lo estarán nuestros políticos.

La Razón, 27-02-20