PP, C’s. La lucha por el nuevo centro

La tendencia electoral para después de la crisis económica parece inequívoca. Consiste en la subida de Ciudadanos y el descenso del Partido Popular, mientras el PSOE se mantiene y Podemos sigue a la baja. Se refuerza por tanto el bloque constitucional, mientras que el comunismo populista deja de ser una alternativa. También sale reforzado –con matices- el centro derecha, frente a una izquierda (PSOE más Podemos) incapaz de presentar un proyecto atractivo. Así se confirma la crisis general de la izquierda, tan característica de nuestro tiempo. En España se plasma en la escasa credibilidad del socialismo y en la ausencia de una idea nacional. Podemos no ha contribuido a regenerar la izquierda. Más bien ha acabado de hundirla.

En el centro derecha se dibuja otra situación. De la crisis emergen dos fuerzas con vocación de gobierno, la superviviente –el PP-, más conservadora, la otra –Ciudadanos- más liberal. Ninguna alcanza una mayoría suficiente para gobernar sola, pero las dos tienen un proyecto consistente y la coalición resulta verosímil.

El resumen es correcto a grandes rasgos, aunque la situación requiere alguna explicación más. No cabe dudar del liberalismo de Ciudadanos, que se distanció de su adscripción primera a la socialdemocracia. Se trata sin embargo de un liberalismo moderno. No rompe con los principios socialdemócratas enraizados como un signo de identidad en las sociedades europeas, y es capaz por tanto de recoger un apoyo importante entre votantes de izquierda, ya sea del PSOE pero también de Podemos, identificados con la imagen de renovación y juventud de C’s.

Ciudadanos

Una de las novedades de Ciudadanos es la dificultad para clasificarlos en la izquierda o en la derecha, siendo como son siendo liberales en lo moral y en lo cultural y más conservadores (es decir socialdemócratas, aunque con matices) en lo económico. Antes de que Macron lo elevara al rango de doctrina política, en Ciudadanos ya practicaban el famoso “al mismo tiempo” que permitió al primero dinamitar los dos grandes partidos franceses, el socialista y el de centro derecha. Así se entiende mejor la estrategia de apoyar gobiernos del PP (Madrid) y del PSOE (Andalucía). Además, Ciudadanos se postula como garantía de estabilidad institucional y política y, si la situación llega al enfrentamiento, como ha ocurrido en Cataluña, recoge el voto “útil” contra la amenaza, en este caso el nacionalismo. Si las encuestas llegaran a confirmarse, parece probable que Ciudadanos estaría en la posición de decidir la formación del gobierno central y podría negociar al mismo tiempo con el PP y con el PSOE. Lo que los dos grandes partidos no consiguieron después de las elecciones de 2015 –se recordará el también célebre “No es no”- lo habrá logrado una tercera fuerza.

Populares

El Partido Popular, por su parte, acumula las paradojas. Una de ellas es que este PP menguante –al menos en la tendencia de los sondeos, confirmada por el momento en las elecciones autonómicas catalanas- es justamente lo que el partido ha querido ser, al menos desde 2008. Ya antes de cualquier proyecto de regeneración, el PP emprendió una renovación que le llevó a romper, o a establecer distancias, con etapas anteriores del Partido. Los años de Aznar quedaron caracterizados como los de un cierto tono autoritario y poco dialogante, el retranqueamiento en posiciones morales conservadoras, como la escasa consideración hacia situación de los homosexuales, y, sobre todo, la corrupción. Sin embargo, fue el PP “antiguo” el que recorrió el camino hacia el centro. El “nuevo” Partido Popular no heredó la misma posición que el anterior con respecto al partido de Fraga. Ya se estaba en el centro. Reinventar una posición de centro a partir de ahí exigía una renovación más profunda que la del cambio de personal o la del rejuvenecimiento.

Requería también, en pocas palabras, una renovación de las ideas y las propuestas. Es muy posible que esta retirada del terreno ideológico haya contribuido a conseguir los gigantescos logros que el gobierno del PP ha conseguido en estos años, desde la salida de la crisis económica sin poner en peligro el Estado de bienestar hasta la estabilidad institucional (ejemplificada en la subida al trono del Felipe VI), pasando por la revolución en el mercado de trabajo y la creación de empleo, el cambio de modelo económico y, entre otras muchas cosas, la elaboración de un consenso nacional, aunque sea precario, ante el nacionalismo catalán. No sólo hemos salido de la crisis, es que nuestro país está dando un salto adelante extraordinario. Una de sus manifestaciones son precisamente las nuevas generaciones de españoles bien preparados, sin complejos nacionales, también cosmopolitas, plenamente integrados en su momento y con ganas de tomar en mano su propio destino.

Pues bien, son estos españoles los que han dejado de sentirse representados… por el PSOE y por el PP. Se entiende el primer caso, dado el arcaísmo y la inconsistencia de la propuesta socialista. Para entender el segundo, en cambio, hay que tener en cuenta, además de factores como la corrupción y la propia gestión de la crisis, siempre costosa, ese vacío en el que el nuevo Partido Popular ha querido situarse, sin esforzase por dar sentido a su acción ni proporcionar un marco de interpretación a una política… de éxito histórico, por otro lado. Las dificultades para hacer suyo y ponerse al frente del renovado patriotismo que viene fraguándose desde por lo menos 2015 constituyen todo un ejemplo.

Es ese hipercentrismo neurótico el que ha colocado al PP en su actual posición de partido conservador, frente al liberalismo de Ciudadanos, pero en un punto particularmente paradójico en el que estos recuperan causas tradicionalmente relacionadas con el PP, teóricamente situadas en un punto más derechista del espectro ideológico. El nuevo centro desborda así por la derecha a un PP más conservador. C’s, que tampoco presenta un bagaje de ideas y propuestas particularmente consistente, carece de responsabilidades de gestión y al no tener que asumir las consecuencias de su propia actuación, disfruta de una envidiable libertad de posicionamiento, con fecha de caducidad irreversible, eso sí. Está por ver si de aquí a las próximas elecciones el PP será capaz tomar la iniciativa. Y más adelante, volver a disputar el espacio del centro.

La Razón, 13-01-18