Paradojas orteguianas

Es posible que los 140.000 millones de euros que va a destinar la Unión Europea a España contribuyan a la recuperación e incluso a una nueva etapa de éxito de la economía española. Ojalá fuera así y ese problema que es España, como afirmaba Ortega, se solucionara gracias a Europa. Sin embargo, España sólo va a recibir 20.000 millones cada año (durante otros seis) mientras que el déficit de este año va alcanzar, según el Banco de España, los 140.000 millones (y otros 70.000 el año que viene). Los plazos de entrega no se corresponden con la urgencia de la situación que se vería agravada con una muy probable segunda ola de covid. (Veremos cómo lo que ocurre en esta semana estratégica). Y sobre todo, no se advierte la menor voluntad de emprender las reformas necesarias por parte del gobierno social peronista.

Desde 2008, el Estado español vive por encima de sus medios. Puede hacerlo porque somos una economía rica y porque formamos parte de una unidad económica, la Unión Europea, que garantiza la estabilidad de los países miembros. El acuerdo del Consejo Europeo la semana pasada significa que esa unión de mercado empieza a convertirse en una unión política, más allá de Parlamentos y estructuras burocráticas gestoras. La apariencia, a partir de ahora, empieza a hacerse realidad y la mitad del dinero que va a llegar a España lo ponen ya –fuera del limitado presupuesto común- el resto de los países. Si los 72.000 millones de ayudas directas no sirven mejorar la situación, los ciudadanos de la Unión Europea empezarán a preguntarse si ha valido la pena. La nueva etapa histórica y brillantísima habrá empezado con mal pie.

Para ellos –frugales que están dispuestos a poner dinero-, se trataba de mostrar solidaridad en un momento trágico y apuntalar un gigantesco mercado común. Para nosotros –generosos que sólo estamos dispuestos a recibirlo-, se trataría de aprovechar las gigantescas sumas desbloqueadas para compensar los gastos de la pandemia e iniciar unas  reformas imprescindibles que nos saquen de la perpetua posición de demandantes de fondos. Fomentar el clientelismo mediante una política económica de fomento de la demanda, que es lo que va a ocurrir si el gobierno social peronista no cambia de criterios, acentuará la depresión y pondrá en cuestión la construcción de una auténtica Unión política. Por culpa de su Gobierno, España seguirá siendo el problema, pero Europa habrá dejado de ser la solución.

La Razón, 27-07-20