Lecciones italianas
Los italianos lo pasaron mal en la primera ola del covid-19 y no parecen dispuestos a volver a sufrir un trance parecido. Todo puede cambiar, claro está, pero por ahora lo están consiguiendo, con unas cifras de infección relativamente bajas. Lo han logrado mediante un compromiso personal muy fuerte. Se cuenta la anécdota de un banco que advierte a sus clientes que no sigan echando gel hidroalcohólico en el teclado del cajero automático para no dejarlo inutilizado. Otro elemento clave es la colaboración de las administraciones y de los partidos políticos, fuera de las ideologías. En nuestro país, por desgracia, no parece que hayamos aprendido demasiado, o no parece que la idea de volver a lo ocurrido en marzo y en abril nos resulte tan insoportable como a nuestros vecinos. O no lo suficiente como para variar algunos hábitos. Y menos aún entre los políticos.
Lo ocurrido en Madrid da una idea de hasta dónde ha llegado la degradación, justamente en el momento en el que seguimos enfrentándonos a una amenaza estratégica, de esas que comprometen nuestra seguridad y nuestra convivencia. Resulta asombroso que el Presidente del Gobierno y la Presidenta de la Comunidad de Madrid, vecinos de la misma ciudad, afectados por la enfermedad personalmente o en sus propias familias, hayan tardado casi siete meses en reunirse para hablar del covid-19. Aunque parezca mentira, aún más increíble resulta el formato de la reunión, coreografiada como el aterrizaje de un mandatario extranjero en visita de Estado y, después, el empeño en convertirla en una derrota de la Comunidad de Madrid y de su Presidenta, que por fin se habría humillado ante el Gobierno central. No acaba ahí el asunto. No satisfechos con eso, los partidos y los miembros del gobierno social peronista convocan una manifestación para protestar contra los confinamientos parciales y selectivos que ellos mismos dicen ahora que deberían haberse realizado mucho antes.
Es difícil llegar a revolcarse en una mayor obscenidad y muy fácil, en cambio, imaginar lo que habrían dicho de haberse tomado esas medidas antes. No será así como se encontrará una solución a esta segunda ola. En particular cuando se pone en marcha el enfrentamiento entre Comunidades Autónomas y algunas Comunidades gobernadas por el centro derecha se alinean contra Madrid, como si no les bastase con el activismo de izquierdas. Es el caso de Andalucía, una demostración más del grado de ineficiencia que está alcanzando el ya casi fallido, o sin casi, Estado de las Autonomías. Puede que esto refleje las luchas internas dentro del Partido Popular, pero también indica la fragilidad de conceptos tan básicos como el de la solidaridad nacional en la mentalidad de las elites que nos desgobiernan. Y cómo están dispuestas a utilizar la demagogia para distraer a la sociedad de las responsabilidades que les incumben a ellas. Obscenidad de un lado, irresponsabilidad de otro. Tal vez la gravedad de este nuevo brote de covid-19 refleje también un desánimo generalizado, como una forma de descontento transformado en un nihilismo de tono aparentemente menor, pero bien macerado en resignación, desprecio y asco.
24La Razón, 24-09-20