Dos victorias

Uno de los datos importantes de las elecciones en Galicia y el País Vasco son las victorias paralelas del PP en Galicia y del PNV en el País Vasco, aunque más cuantiosa y sobre todo más llamativa la primera, por lo difícil que resulta hoy en día conseguir una mayoría absoluta… no digamos ya cuatro seguidas. Aunque por razones y de maneras muy distintas, tanto Feijoo como Urkullu han logrado convencer al electorado de que sus partidos constituyen el centro del tablero político: por su moderación y también por ser capaces de integrar, orgánicamente o mediante negociación, todo aquello que pueda contribuir a lo que el sentido común considera el progreso de la región: prosperidad, bienestar y seguridad. (Otra cosa es que en el País Vasco esté excluido, si es necesario mediante el uso de la violencia, todo lo que se salga del consenso nacionalista, pero eso forma parte de otro problema).

Ahí está la clave de una política consensuada en la que una mayoría de la población puede llegar a reconocerse, sin necesidad de identificarse con toda ella. La clave está en demostrar eficacia en la gestión y, también, que se está dispuesto a escuchar a todos. Teniendo esto asegurado, se perdonan muchas cosas, como el desastre del vertedero de Zaldíbar, que ha permitido entrever la opacidad y el caciquismo en el que llegan a moverse los gobiernos autonómicos, en particular cuando saben construir grandes consensos sociales.

Aunque sea muy difícil establecer cualquier comparación, hay otro punto que permite establecer alguna analogía. En las dos regiones la cuestión española ha quedado entre paréntesis, casi como si fuera un peligro para la estabilidad de cada una. La Galicia de Núñez Feijóo, que no es un nacionalista, evidentemente, queda como encapsulada y un poco aislada con respecto al resto de España. En el País Vasco del PNV (una expresión casi redundante ya, a pesar de que también está entre paréntesis la cuestión soberanista), el resto de España sólo cuenta para ciertas cuestiones internas, negociables con el gobierno central. Ahora bien, en los dos casos el consenso se elabora a partir de una visión general o global de la región, con la que la mayoría de la  población puede identificarse. Una visión que en el caso de España sería, aunque no se la llamase así, nacional. A lo mejor es cuestión de empezar a ensayar más allá de las regiones y las nacionalidades…

La Razón, 14-07-20