Por amor a la patria

Por amor a la patria es el título de un gran ensayo del profesor italiano Maurizio Viroli, especialista en Maquiavelo, que acaba de reeditar muy oportunamente la editorial Deusto.  El núcleo fundamental es la distinción entre nacionalismo y patriotismo. Una diferencia que en nuestro país se ha hecho todo lo posible por borrar en estos últimos cuarenta años. El objetivo era bien claro. Se intentaba convencernos de que entre el amor a la patria y la ideología que consiste en exaltar una nación excluyente y cerrada no había diferencia alguna.

El objetivo, en muy buena medida, se ha cumplido. Así se explica que el Estado no haya actuado nunca ante lo que era evidente que estaban (y siguen) haciendo los nacionalismos vascos y catalán, como es la construcción de naciones propias, ajenas y contrarias al país común, que es España. Hablar bien de España, profesar el amor al propio país eran elementos propios del nacionalismo, no del patriotismo. Debían por tanto ser reprobados y silenciados.

(El otro aspecto de la cuestión, el por qué el nacionalismo español es censurable y los nacionalismos vascos y catalán no, requiere la comprensión de otro fenómeno, que son los comportamientos patológicos, aunque de distinto signo, de la izquierda y la derecha españolas.)

El libro de Viroli, entre lo académico y lo ensayístico, es de lectura exigente. Y el asunto, efectivamente, no es sencillo. En el precioso epílogo evoca a Simone Weil, Natalia Ginzburg, Benedetto Croce que glosaron y elogiaron la virtud cívica del patriotismo. De conocer el pensamiento político español, Viroli podría haber recordado a Feijoo y buena parte de la literatura política de nuestro siglo XX, desde Unamuno y Azaña a Ortega y Marías, que gira en torno a este punto crucial.

Ahora bien, lo que es complicado en el concepto no lo es en la vida. Todo el mundo distingue sin la menor dificultad entre una persona que ama su país, que lo acepta como es y por eso mismo desea mejorarlo sabiendo que hay muchas maneras de hacerlo, de aquella otra que quiere fundarlo de nuevas, que afirma que su proyecto político es el único que refleja la esencia de ese mismo país y que todos los que piensan de otra forma deben ser barridos. Por eso, frente a la artificiosa y violenta situación en la que hemos vivido, va imponiéndose el sentido común.

La Razón, 19-03-19