Nacionalistas afrancesados

Poco antes de las elecciones europeas, Artur Mas solicitó el ingreso de Cataluña en la Francofonía, que es una organización que reúne a 77 países interesados en la promoción de la lengua francesa y que promociona el liderazgo francés entre sus antiguas colonias. Esto del francés es una obsesión antigua del nacionalismo catalán. En los inicios del movimiento, Joaquim Casas-Carbó, promotor de la normalización de la lengua catalana, propuso una Cataluña trilingüe. Después del catalán, vendría el francés. El castellano, menos utilizado en Cataluña –como es bien sabido-, ocuparía el último lugar y por razones estrictamente utilitarias.

 

La solicitud de Mas dice mucho del mundo imaginario en el que se mueve. Los nacionalistas catalanes no quieren recordar las medidas que los franceses tomaron al ocupar el Rosellón. Gracias a ellas del catalán, en el país vecino, queda un vago recuerdo, entre folklórico y condescendiente. Eso cuenta poco, sin embargo. Mucho más importante es contribuir a acabar con la vigencia de la idea de España, aunque haya sido esta la que ha hecho posible la supervivencia y el esplendor del catalán. Ese es el fondo de todo el asunto.

El irrealismo no acaba en el pasado, que al fin y al cabo lo aguanta todo. También continúa en la estrategia de CiU, que está orgullosa de haber creado un frente nacionalista (con algo más del 55 por ciento de los sufragios), a costa de ceder la hegemonía a ERC. Tal vez no todo sea disposición al sacrificio en bien de la nación y, en la próxima República catalana, Mas se esté reservando el dulce papel de Presidente, encargado de repartir medallas y servir a la promoción de la lengua francesa.

Sea lo que sea lo que Mas se proponga, la nueva situación coloca en una situación delicada a los partidos nacionales en Cataluña y, sobre todo, a los muchos catalanes que no quieren dejar de formar parte de España. El Partido Popular hará bien en intensificar su presencia en Cataluña y en apoyar a todos los movimientos que se esfuerzan por dar voz a esos ciudadanos. También será necesario jugar en el terreno donde los nacionalistas siempre han querido hacerlo, que no es sólo Cataluña, sino, simbólica y políticamente, España. El nacionalismo catalán requiere, como premisa y como objetivo, el fracaso de España como nación. Plantear la premisa contraria, demostrarla, actuar a partir de ella, es hacerse con los elementos decisivos para combatir el nacionalismo. Claro que para eso, hay creer que España, efectivamente, es un éxito.

La Razón, 30-05-14