Madrid y los Juegos

Cuando Felipe II escogió la villa de Madrid como sede de la Corte y capital de sus reinos, a mediados del siglo XVI, dio una señal inequívoca de la naturaleza de su proyecto y de lo que Madrid iba a significar a partir de ahí. Desde entonces, la ciudad de Madrid quedó sustraída del fondo castellano para cobrar una significación nueva, que es propiamente española. Madrid y los madrileños no son, evidentemente, ni más (ni menos) españoles que Barcelona, Sevilla, Valladolid o Palma de Mallorca. Lo son, sin embargo de una manera particular, porque lo madrileño, como no sea de una forma muy fina y casi siempre reticente y humorística, sólo existe en su dimensión española. Madrid es de todos, sin retórica alguna.

 

La celebración de los Juegos Olímpicos en Madrid tendría, por tanto, una significación nacional automática, como también los tuvieron, de otra forma, los de Barcelona. Más allá de la ciudad, serían unos Juegos Olímpicos organizados y celebrados por el conjunto de los españoles. Correspondería bien a lo ocurrido en los últimos años, en los que la sociedad española en su conjunto ha venido haciendo un esfuerzo, que va a continuar, para afrontar los problemas que ha planteado la crisis. Los españoles no han mirado hacia otro lado, ni han intentado soslayar las grandes cuestiones. No están haciendo trampa, en otras palabras.

En esta perspectiva, los españoles han demostrado ya su adhesión a las virtudes y los valores olímpicos: esfuerzo, tesón, honradez, individualismo cuando hace falta y trabajo en equipo cuando es necesario… Son grandes lecciones del deporte, en particular al nivel olímpico, que los españoles han hecho suyas para el momento presente. La calidad del deporte español en algunos campos resulta significativa de esa conciencia y también de la identificación de España, como proyecto compartido y común, con el ideal olímpico. Queremos seguir juntos y salir de la crisis más unidos, más fuertes. El Comité Olímpico Internacional debería tener claro esta apuesta colectiva de los españoles.

Madrid, por otra parte, es la tercera ciudad europea en prosperidad, una de las más dinámicas, más atractivas, vibrantes y hospitalarias. Es una ciudad global por vocación y por naturaleza. No tiene sentido que una capital con la proyección de Madrid no haya sido sede olímpica. El esfuerzo realizado en todos los campos durante los últimos cuarenta años tendría con los Juegos Olímpicos sería así un reto más, un reto al que a los madrileños, como al resto de los españoles, les gustaría tener la oportunidad de enfrentarse. Nadie lo hará mejor.

La Razón, 19-03-13