El deplorable Trump

Dos años después de llegar a la Casa Blanca, Trump ha conseguido lo que ni los más optimistas sospecharon. Y es que sigue exasperando a los demócratas y a los progresistas como el primer día. La vida intelectual, académica, periodística, artística e incluso la de la moda norteamericana anda obsesionada con Trump. Lo ven en todas partes, en los dramas de Shakespeare, en la Grecia clásica, en los modelitos de Michelle Obama.

Se dirá que no es un argumento muy serio. No lo es, efectivamente. También se reconocerá que en el primer tramo de su Presidencia, Trump ha logrado éxitos suficientes para una presidencia completa: una bajada de impuestos extraordinaria, desregulaciones, liberalización de la explotación energética en el norte de Alaska, cambios en la legislación de Sanidad de Obama, dos nombramientos clave en el Tribunal Supremo. Para muchos eso no compensará la pérdida de influencia del país, la confusión que siembra con su indefinición estratégica y las disfuncionalidades de la administración. Para otros sí, con el añadido de la diversión.

Y es que una de las cosas más extraordinarias de Trump es que no se toma en serio ni a demócratas ni a progresistas. La actitud consiste en faltarles al respeto sistemáticamente, en todos los registros. Muchas veces, el resultado es desagradable y mezquino. Otras, además de mezquino, resulta fabulosamente divertido, como cuando le negó un avión oficial a la jefe de los demócratas, la multimillonaria Nancy Pelosi, para visitar Afganistán, mientras su esposa viajaba a Florida en avión oficial.

La actitud le ha hecho retroceder, como se vio en las elecciones del pasado mes de noviembre. Pero también le proporciona la iniciativa. Mucha gente agradece que alguien se atreva por fin a no tomarse en serio a quienes desprecian a los que no piensan, ni son ni quieren parecerse a ellos. La arrogancia ha sido tal que sólo merece una respuesta: la burla. Con su mayoría en la Cámara de Representantes los demócratas se figuran que van a encausarle. Lo que va a pasar, según un analista, es que mientras los seniors andan distraídos, una nueva generación de jóvenes radicales va a hacerse con el Partido Demócrata. En ese caso, las carcajadas serán dignas de Júpiter. Del de verdad, no del que ocupa el Palacio del Elíseo.

La Razón, 25-01-19