Giro estratégico… y cultural

Sabíamos que buena parte de la población ucraniana sentía recelo, y algo más, ante Rusia. Aun así, eran pocos los que se figuraban que los ucranianos iban a resistir como lo están haciendo ante la invasión ordenada por Putin. Nadie sabe cuánto durará la resistencia, pero ya ha hecho de Ucrania, como antes lo fueron otros países -entre ellos España-, un ejemplo y una lección de valentía y de independencia. Y eso en un tiempo en el que se nos aseguraba, con sonrisa conmiserativa y escéptica, que el heroísmo, el honor e incluso la valentía habían pasado a mejor vida para siempre… La valiente, honrosa y heroica reacción de los ucranianos ha cambiado también, en cuestión de horas, el nuevo paisaje internacional que Putin había empezado a dibujar con lo que parecía su irresistible “blitzkrieg”. Quizás por eso ha tenido que recurrir a la amenaza nuclear: ahora resulta que las fuerzas armadas rusas no están a la altura de los portentosos designios del líder ruso.

La resistencia de los ucranianos ha permitido también a los políticos europeos salvar la cara. Han logrado reunir sus muy desmayadas fuerzas para aplicar una importante batería de sanciones. Debería ir a más a medida que la invasión se estanca o progresa, de tal modo que la elite rusa -y la china, con Taiwán de fondo y ante sus políticas de expansión mundial- empiecen a comprender el coste que pueden llegar a tener aventuras de esta clase. Por su parte, parece que las elites europeas han empezado a comprender también el coste que tiene la permanente abstención en asuntos estratégicos. Alemania ha dado el primer paso, pero ya la OTAN ha salido reforzada, y tal vez vuelva a ser entendida como el mejor instrumento de defensa de las democracias liberales. En vez de los averiados sueños de autonomías y brújulas estratégicas, ahí está una organización de capacidad contrastada y que ni interfiere en la soberanía nacional de los países que la forman ni está supeditada a la autocomplacencia burocrática de confort y armonía universal.

Claro que no bastará con aumentar los presupuestos y, aunque sea lo más necesario ahora, ayudar a los ucranianos y asegurar las fronteras con Rusia. También será necesario pensar de otro modo la realidad en la que vivimos y empezar difundir una cultura que permita a los europeos comprender de una vez que vivimos en un mundo peligroso y amenazado. Estar dispuesto a defenderlo no es estar en contra de la paz y la independencia de las personas. Al revés: es el patriotismo de los ucranianos el que ha hecho posible el NO a la imposición putiniana. La paradoja es que la elite europea que ha vivido, suculentamente, de esta mentalidad ha sido la misma que ha contribuido a provocar la catástrofe actual con promesas a Ucrania que sabía que no iba a cumplir, y permitiendo a Putin todas sus veleidades que -al mismo tiempo- no dudaba en llamar neoimperialistas. Resulta dudoso que esa elite, que ha hecho todo lo posible para desmovilizar y anestesiar a la opinión de los países europeos y occidentales, sea la indicada para liderar un giro estratégico, cultural y moral de esta categoría. Pero es lo que ha planteado con una crudeza extrema la embestida de Putin.

La Razón, 01-03-22