Taxi. La Ley y la Historia

Los taxistas trabajan en virtud de una licencia concedida por una administración del Estado. La licencia obliga a las dos partes: a los taxistas y al Estado. Y así como resultaría censurable que un taxista no cumpliera las condiciones por las cuales se le ha concedido la licencia, también el Estado debe respetarla. O en su caso, abrir una negociación para cambiar las condiciones estipuladas. Este es el núcleo del asunto, y no la defensa de unas condiciones privilegiadas de trabajo (las del taxi no lo son), ni la de unos empresarios que se niegan a aceptar a unos competidores. Si el mercado estuvo cerrado, es porque no era un mercado. Es un sector que funciona mediante concesión.

Como es lógico, los taxistas no van a aceptar perder su trabajo y el dinero que han invertido en la licencia porque los poderes públicos han decidido no cumplir el trato al que se habían comprometido. Resulta difícil entender por qué los taxistas tendrían que renunciar a lo que creen que es suyo, y que lo es. El argumento de los vehículos con conductor representan la libertad económica es muy débil. Hay multitud de situaciones similares, empezando por todo el funcionariado y terminando con cualquier concesión de radio. ¿Por qué se incumplen los compromisos sólo en el caso del sector del taxi?

Resulta irritante la arrogancia de todos aquellos que se creen impulsados por el sentido de la Historia. No hay ningún Historia, ni la Historia tiene sentido alguno, y los que se creen representantes y encarnación de la modernidad son tan insufribles como lo han sido siempre quienes nos van dando lecciones de moral. Dan ganas de decir de una vez por todas que sí, que estamos en contra del progreso, de la modernidad y de las nuevas tecnologías. Nos  gusta el individualismo del taxista, las sorpresas que muchas veces nos daban sus vehículos y que no todos sean parecidos ni estén cortados por el mismo patrón autista y distante. Nos gusta la diversidad, la diferencia. Me gusta seguir levantando la mano para coger un taxi.

Por otro lado, la ventaja competitiva de los vehículos con conductor es muy pequeña. La tecnología está a su alcance, igual que para estos –como o saben bien en Mytaxi. Y a los  taxistas, que están más cerca del posible cliente que los coches con conductor (porque son más) no les costaría mucho mejorar la comodidad del pasajero si eso es lo que está en juego.

La Razón, 22-01-19