Política del cambio climático
La Cumbre climática de Madrid (la COP25) ha acabado, como decía ayer La Razón, en un fracaso anunciado. La propaganda política gubernamental había inflado las expectativas, como las habían inflado el show entre mediático e ideológico que rodea la cuestión del cambio climático. Así se pudo comprobar en el otro fracaso de estos días, la manifestación del día 6 de diciembre. El cambio climático se merece algo más que esa saña antiliberal, anticapitalista y antioccidental que aleja a mucha gente de un asunto que debería formar parte de las prioridades de todos.
También de aquellos que no se sienten progresistas y que no tienen por qué dejar a la izquierda la iniciativa en este tema. Para quienes se sienten responsables de la transmisión a las próximas generaciones de un patrimonio en condiciones, la cuestión del cambio climático vuelve a poner en primer plano virtudes y principios que se creían olvidados: la responsabilidad, el respeto, la capacidad para compartir o bien formas de intercambio que no estén sometidas a la dictadura de lo económico. Todos aquellos que se han negado a acatar el dogma del progreso sin límites están ahora casi obligados a un renovado compromiso, que tiene la ventaja de ser tan personal como político.
Para quienes siguen confiando en las posibilidades ilimitadas del progreso y de la razón, el hecho de aceptar que el ser humano tiene hoy capacidad para variar el clima del planeta –y que, de hecho, ya ha intervenido decisivamente en lo que antes llamábamos “naturaleza”- debería reforzar sus convicciones. La necesidad de inventar una sociedad sostenible en estas nuevas condiciones abre un inmenso terreno a la innovación y la modernización. Como es imposible volver atrás, habrá que inventar –como ya se está haciendo- los medios para hacerla realidad. Y para inventar estos medios será necesario movilizar inversiones como sólo el capitalismo, el más globalizado, es capaz de imaginar. Así lo ha demostrado la participación de las empresas en la COP25, que crecerá en las próximas cumbres.
Por eso, lejos de catastrofismos, de utopías antimodernas y de revivals socialistas, el cambio climático y la responsabilidad de los seres humanos sobre su propia existencia deberían ser algo central en el pensamiento y en la acción política del centro derecha. Forman parte del eje mismo de sus preocupaciones intelectuales, ideológicas y morales, como ya han pasado a formar parte de las preocupaciones de los jóvenes.
La Razón, 17-12-19