La revuelta de España

El primer efecto del desafío independentista ha sido acabar con esa excepcionalidad española que expulsaba a la nación y a sus símbolos del espacio político e incluso del público. Habrá quien diga que este es el verdadero final de la Transición. No andará del todo errado, a pesar de la hipérbole. Se podía decir más todavía. Se está cerrando ante nuestros ojos más de un siglo, unos 120 años, de rechazo perverso y sectario a lo más básico de la convivencia, como es la expresión de la lealtad a lo que todos compartimos, la convicción de que lo que es de todos es también de cada uno, y la seguridad de que aquello que nos representa a todos es un signo de dignidad y de exigencia moral, además de alegría y de orgullo.

Es un privilegio estar viviendo en directo este fenómeno extraordinario. Cambia de arriba abajo la sociedad española, la forma en la que los españoles se perciben a sí mismos y, además, la vida política. A partir de ahora la dimensión nacional –hurtada, cuando no censurada- habrá de ser tenida en cuenta como un hecho de primer orden. Esto sí que se parece a una revolución.

La Razón, 07-10-17