La España de José María Marco, por Fernando Palmero

Fernando Palmero

Mientras un presidente insolvente, unos herederos desvergonzados y decenas de periodistas inflamados alimentaban el jue­ves el autodestructivo mito de las dos Españas (falso lugar común que lo reduce to­do a la confortable ignorancia binaria del rojo y el azul), en un rincón del barrio de las Letras de Madrid José María Marco ha­blaba de Lope de Vega. Esto es, de España.

A ella ha dedicado la mayor parte de su dilatada trayectoria intelectual. A desmon­tar, ante todo, el perverso tópico según el cual «existen dos maneras de vivir la na­cionalidad española» y que «para existir, cada una de ellas requiere la destrucción de la otra» (Sueño y destrucción de Espa­ña, Planeta). También, a rastrear el origen de un fatal diagnóstico compartido «desde Franco y los falangistas hasta la izquierda revolucionaria y los intelectuales progre­sistas». Aquel que «considera un fracaso» la «nación española constitucional», pre­juicio en el que se apoyan las ideologías disolventes que aspiran, primero, a deslegitimar la nación. Luego, a fragmentar el Estado. Por eso, su último libro, Diez razo­nes para amar a España (Libris) es un elo­gio que rompe los tabúes «sobre la expre­sión de la nacionalidad» y que se sitúa en las antípodas de quienes creen que nada puede ser dicho más allá de las sentencias desastrosas del 98. Marco quiere a Espa­ña. Y lo razona.

Pero no habló de ese libro el jueves. Es­te año ha publicado otro que tiene también el amor como fundamento. En este caso, en la obra de Lope de Vega. A la recons­truida casa del poeta en Madrid se acercó Marco para presentar El verdadero aman­te (Ediciones Insólitas), un riguroso estu­dio que concluye que el amor está en el ori­gen de su teatro (que es; antes que nada, poesía) e incluso de la escritura misma. «Amor me enseñó a escribir», confiesa el propio Lope a través de Belardo en La ino­cente Laura. Yen el amor, que es a la vez deseo de posesión de la belleza e irrefrena­ble fuerza destructora, está, como también lo está en la amistad, la base de un orden social justo y libre, porque, sostiene Mar­co, «nos induce a dar más importancia a los demás que a nosotros mismos».

A finales del XIX, la RAE prohibió una biografía que detallaba la historia, «poco ortodoxa», de los abundantes amores de Lope. Para entonces, reflexiona Marco, «la extraordinaria libertad de la España de los siglos XVI y XVII, la misma que hi­zo posible una vida y una obra como las suyas, se había apagado y ya no era com­prensible». Una oscuridad que aún lo en­sombrece todo.

El Mundo, 27-10-19

Foto: En la casa de Lope de Vega (24-10-19). De izquierda a derecha, marqués de Tamarón, J. M. Marco, Julia Escobar, Pedro Víllora.