«El espectro del fanatismo recorre Europa». N. Richart y J. M. Marco conversan con Rosa María Rodríguez Magda, autora de De playas y espectros. Ensayo sobre el pensamiento contemporáneo (Pre-Textos, 2017)
EntrevistasIdeasSalmo 14:1a
Salmo 14:1a
Salmo 14:1a
Salmo 14:1a
Compartir
«El espectro del fanatismo recorre Europa». N. Richart y J. M. Marco conversan con Rosa María Rodríguez Magda, autora de De playas y espectros. Ensayo sobre el pensamiento contemporáneo (Pre-Textos, 2017)
EntrevistasIdeas
José Antonio Martínez Climent
3 junio, 2018Y sin embargo, ninguna, ni una sola mujer, ni de antes ni de hoy, ha logrado dar sustancia plena a esa pretendida naturaleza femenina que viene a llevarnos a todos (pues ellas dicen que ya están) a nadie sabe qué paraísos áticos de entendimiento, concordia y sensibilidad. ¿En qué consiste exactamente esa pretendida sensibilidad femenina que viene a mejorarlo todo? ¿Cómo, exactamente, se adapta al mundo en la práctica y lo vuelve mejor? ¿En qué difiere exactamente de la del hombre? ¿Cuáles son los puntos exactos que conforman el Decálogo de la Sensibilidad Motriz Femenina al que todas apelan en mayor o en menor grado? Nadie lo sabe, ninguna mujer lo ha escrito, pues el feminismo se presenta hoy no como una deseable ambición por la igualdad de trato a las personas por parte de la ley, sin distinción de sexo, sino como una pulsión sentimental radicalmente ideologizada que encuentra correlato en la inversión de la carga de la prueba, en la presunción de veracidad para la mujer, y en la pura y crudelísima censura del lenguaje, de los usos y de las costumbres hasta extremos bizantinos.
Muestra de ello es el uso del cacofónico neologismo «micromachismos». Ese hilar tan fino expone la inflación de una sensibilidad enfermiza capaz de hallar agravios en cualquier adjetivo, en un pronombre, en el trazado de las carreteras, en las formas arquitectónicas, en los reflujos del mar… A ese despiece fino y mórbido de la vida es a lo que se refiere «micromachismos», palabro con tanta calma y mansedumbre empleado por la entrevistada. ¿Acaso no hay manierismos, atavismos o modas mujeriles que irritan y reducen al hombre hasta sacarlo de su quicio? La respuesta es sí, tantos como los tenga el hombre que irriten y reduzcan a la mujer. Lo macabro es que la mujer hoy (mostrándose, mediante su llamada de socorro al Estado, tan débil como se supone que no era), transmuta en multa, cárcel y estrella amarilla esos tics. Lo propiamente progresista, lo propiamente tiránico (valga la redundancia), es elevar las propias debilidades (la incapacidad individual para lidiar con todo aquello que nos molesta) primero al rango de moralina universal, y luego en ley carcelaria y redentora. La forma más indigna de justificar la debilidad propia es convertir a todos en débiles.
Todo ello es de una negrura insondable, y no preludia más que lo que ya se vive, una sociedad servil a ideología compuesta por ejércitos de agraviados en pleno ejercicio de sus pretendidos derechos de reposición a costa de una menuda y terca resistencia de personas singulares, capaces de aceptar el mal donde quiera que se presente sin sentir la urticante necesidad de poner una denuncia cada vez que alguien les diga un requiebro. Esta es mi postura: si el requiebro es necio, grosero o de mala rima, respóndale Vd. con uno mejor.
Cordialmente,
José Antonio Martínez Climent