Speech de graduación

Si tuviera que pronunciar el discurso de graduación universitario en este año sin celebraciones, lo primero que se me vendría a la cabeza es sugerir a los nuevos graduados que olvidaran lo que les hemos enseñado en estos años. Aquello se basaba en un sentimiento de seguridad pulverizado en tres meses. Las ilusiones van a servir de poco y todos –e insistiría, todos- habrán de ajustarse a trabajos que no les gustan, a las relaciones rutinarias, al hastío… al aguante, que parecía cosa de otro tiempo.

Claro que decirles eso sería como proyectar sobre mis jóvenes graduados una situación que no es la suya. Por eso, tal vez sería mejor partir de lo que, como hijos de la crisis anterior, y muchos de ellos procedentes de familias debilitadas, suelen conocer. A pesar de los erasmus, la ropa, los iphones, las tablets, los viajes y, en general, los privilegios exorbitantes, ya saben el significado de la precariedad. No por eso, les diría, vale la pena refugiarse en una pose cínica (algo incompatible con la juventud). Si antes había voluntad de compromiso, ha llegado el momento de practicarlo: con el medio ambiente, con los marginados, los que sufren, los enfermos, los pobres, los adictos. También les hará falta imaginación –la que nos faltó a los adultos ante lo que se nos venía encima- y valentía.

Si es así, no se dejarán pervertir por quienes aprovechan esa disposición generosa y seria, que es lo propio de los jóvenes, para destruir su gusto espontáneo por la belleza y por el bien, también por el bien común. La tragedia que estamos viviendo ha dejado claro hasta dónde llegan las ideologías del cambio. Hemos visto los beneficios y los límites del Estado. No han fallado, en cambio, la caridad –el amor al prójimo incendiado a veces por la fe en Dios- ni la voluntad por demostrar la propia dignidad ante un riesgo desconocido y mortal. Han salido a la luz tesoros de humildad, de audacia, de humanidad. A mis jóvenes graduados les toca construir sobre ellos. Por eso, les manifestaría mi confianza en su realismo y su paciencia, bien demostrada en estos años universitarios y en unos meses de enseñanza on line. Y les diría que confío en su capacidad para no dejarse arrebatar su ingenuidad y su capacidad de sorpresa: su seriedad. En el fondo, mi discurso sería una declaración de amor y agradecimiento. También, de confianza en nuestro país.

La Razón, 26-05-20