Casual o no casual
Varios estudios recientes, con los que se han entretenido en la redacción del Wall Street Journal, indican que las personas bien vestidas (en este caso varones y por bien vestidos se entendía con traje y corbata, además de –suponemos- camisa y zapatos a juego), tienen más éxito en el trabajo y en los negocios.
¿Por qué? Al parecer, porque Alguien bien vestido se siente más fuerte, lo que le lleva a tener una visión estratégica, a pensar en grande y no a detenerse en las cosas pequeñas: razona en términos abstractos, generales. Y consigue una ventaja competitiva sobre los demás. Sabe, o al menos se pregunta, a dónde quiere ir, así que pierde menos el tiempo.
Los demás lo ven como alguien dispuesto a hacerse cargo de las cosas. Infunde cierto respeto que se traslada en una ventaja negociadora: en el experimento, el equipo de los bien vestidos ganó 2,1 millones de dólares frente a los 680.000 $ que ganaron los vestidos de forma más casual, con sudaderas y deportivas. Y estos, en la negociación, cedieron 2,8 millones de dólares mientras que los primeros cedieron 830.000 $.
Se puede hablar de un mundo donde rigen ciertas virtudes, como la responsabilidad, el gusto por el esfuerzo, el afán de llegar más lejos, también el de ser el (o la) primera. Sin embargo, la realidad tal vez resulte más sencilla: si la vestimenta informal se relaciona con la dejadez, es porque coloca a quien la lleva en la situación de no tener que ganar. Puede suponer que las cosas le vendrán hechas y da por supuesto que, aunque sea por menos, saldrá adelante. El dinero, en cualquier caso, está garantizado. Los demás proveerán.
Ir bien vestido, es decir trajeado y accesorizado, en el sentido en el que se habla más arriba, viene a ser como proclamar que en algún momento nos dimos cuenta que no podemos vivir sin trabajar, o trabajando lo mínimo. Por eso, el traje y la corbata han empezado a sugerir que quien los lleva está a las órdenes de los que saben que van a poder vivir sin trabajar y no se preocupan por las reglas porque las reglas, ya se sabe, están hechas para transgredirlas, para que yo me exprese como me lo merezco desde mucho antes de venir al mundo. Y no es sólo una actitud propia de los jóvenes, algo comprensible e incluso natural. El look feísta es la manera de decir que los demás están (estáis) a mi servicio.
A veces, cosas tan irrelevantes como un traje y una corbata cobran un significado sorprendente.