Ian Bostridge. Retrato del artista contemporáneo
Volvió Ian Bostridge al Teatro de la Zarzuela para cerrar con broche de oro el XXIX Ciclo de Lied. Lo hizo con un programa variado, que tuvo por hilo conductor el poeta y orientalista alemán Friedrich Rückert (1788-1866). Rückert, gran amigo de Schubert, fue de los escritores más populares de Alemania, habiendo expresado a la perfección la dimensión más sentimental del romanticismo. También fue un gran orientalista, como lo demuestra su traducción del Corán, que tiene la reputación de ser una de las más asequibles. Como ocurre a veces con artistas de gran éxito, terminó cayendo en un olvido relativo.
Quizás sea esa extraordinaria combinación de popularidad, refinamiento y curiosidad por culturas no occidentales la que ha llevado a Bostridge a dedicarle un recital. Y como es cada vez más habitual en el tenor inglés, la interpretación musical, en el sentido clásico de la expresión, va dejando paso a otra perspectiva: una exploración de la naturaleza misma de esa interpretación y del papel del intérprete-cantante en ese microcosmos saturado de significados -también políticos, parece sugerir Bostridge- que es un liederabend moderno, en un escenario teatral y con público de pago. Los momentos más tradicionales, por así decirlo, resultaron ser los más alejados del legado romántico. Así, Bostridge ofreció una versión muy meditada e interiorizada de los Rückert-Lieder de Mahler, en la que sacó a relucir su fraseo de gran clase, el refinamiento y la inteligencia expresiva, las medias voces, hasta alcanzar un momento extático en la celebración de la muerte del “Ich bin der Welt abhanden gekommen” (“Me he retirado del mundo”). Otra dimensión del éxtasis, esta vez de orden místico, llegó con “Das Paradis” (“El Paraíso”), de los Seis cantos del árabe de Henze, en el que Bostridge pareció dejarse llevar por la inminencia de la unidad recobrada en la fusión con la “luna sagrada”.
También en Schubert hubo algún momento de alta concentración lírica, como en el “Die Wallfahrt” (“La peregrinación”) con su evocación oriental. Aun así, lo que destacó aquí fue el lado más histriónico del cantante: en lo vocal, con dinámicas muy contrastadas y no siempre bien logradas o cambios de color sorprendentes, así como en la actuación. Ni por un momento dejó Bostridge de deambular por el escenario, hacer visajes, bracear, meter la cabeza en el piano y, en algún momento, dirigirse directamente a algún espectador de las primeras filas, por razones no explicadas. Hubo lieder cantados en tono y vocalidad verista (“Rose, Meer und Sonne” (“Rosa, mar y sol”), otros barroquizados y otros expuestos en una línea desgarradamente expresionista.
Habrá quien diga que el histrionismo viene a paliar los defectos, bien conocidos, del cantante, pero también parece ser una forma de poner en cuestión su estatus de intérprete cantante a partir de la desarticulación de la tradición. Nada mejor que los Poemas de la “Primavera del amor”, escritos a dúo por Clara y Robert Schumann, para abordar esta empresa desde la perspectiva de género, tan querida de Bostridge. La experimentación sólo se sostiene con un pianista excepcional, como es Julius Drake, que mantuvo el rumbo con gran finura y elegancia: en alguna ocasión parecía un comentario humorístico a la actuación de su compañero. En las propinas, los dos artistas obsequiaron al público con “La trucha”, tan deconstruida que de la pobre no quedaron ni las raspas. Espectáculo fascinante, y a ratos muy divertido, aunque se echó de menos un poco de emoción.
MADRID TEATRO DE LA ZARZUELA – XXIX CICLO DE LIED
Obras de Robert y Clara Schumann, Franz Schubert, Gustav Mahler y Hans Werner Henze
Pianista: Julius Drake
5 de junio de 2023
Ópera Actual, 08-06-23