El humor de Xi Jinping
Como el nuevo Presidente de Estados Unidos no acudió al Foro de Davos, la figura que parece haber asumido el liderazgo mundial este año ha sido Xi Jinping. Es la consecuencia lógica, aunque no deseada por todo el mundo, de lo ocurrido de un año a esta parte. El Presidente chino aprovechó su posición de privilegio para trufar su intervención con expresiones de las que gustan mucho en nuestro país: “crecimiento inclusivo”, “desarrollo verde”, “consenso”, “gobernanza global”… Por poco el líder asiático, recién convertido al multilateralismo, no se pone a hablar de cogobernanza. Es de suponer que las elites reunidas en torno al acontecimiento se habrán sentido reconfortadas por este despliegue de buenas intenciones. Bien es verdad que había muchos matices.
El primero, el escenario escogido para el discurso. Xi Jinping habló delante de una pintura de la Gran Muralla, una construcción levantada para detener cualquier invasión. Reafirmación patriótica, si se quiere, pero también una indicación acerca de la vigencia de la soberanía china, quizás también en el terreno de los valores promovidos por los eslóganes que triunfaban el discurso de Jinping. Sea lo que sea, la imagen indica que China está utilizando esos valores para promocionar sus intereses nacionales, justo en un foro en el que las elites occidentales muestran su inclinación por el escenario postnacional. El Imperio del Centro también lo entiende así… excepto para sí mismo.
La ausencia del Presidente Biden no significa que Xi Jinping no lo tuviera en cuenta. Al contrario, en ciertos momentos, su intervención pareció una felicitación, acompañada de una advertencia. No se sabe cuál de las dos resulta más irónica: si la primera, por la reincorporación de Estados Unidos al multilateralismo que China abraza con tanto entusiasmo, o la segunda, para que Biden no caiga en la tentación de enfrentarse a los intereses chinos. (Ya sabemos lo que pasó con Australia, que se atrevió a pedir una investigación internacional sobre el origen del covid-19).
Conviene, finalmente, contrastar la apología del consenso y del multilateralismo hecha por el Presidente chino con la actitud ante Hong Kong y ante Taiwán. Sabemos cómo China ha estrangulado la democracia liberal en la antigua colonia británica, sin el menor respeto por sus costumbres liberales y sus usos democráticos. Y también sabemos que Taiwán está en el centro de la expansión exterior china, y que el Imperio del Centro está preparando las condiciones que en algún momento facilitarán la invasión de la isla. La democracia en Taiwán demuestra, por sí sola, que el régimen de Pekín no es una fatalidad ni una consecuencia necesaria de la cultura china.
En Davos, apenas nadie se atrevió a discrepar de Xi Jinping. Biden ya había lanzado una advertencia sobre Taiwán, pero en la cumbre virtual de este año, sólo Merkel habló de la dignidad de la persona, de las condiciones laborales justas y de la transparencia como condiciones del comercio y del orden internacional. Merkel ha promocionado, con Macron el reciente acuerdo sobre inversiones firmado por China y la UE, pero no olvida del todo las razones que hicieron grande a Europa. Y que la hicieron competitiva.
La Razón, 02-03-21