Los objetivos de Qatar

Qatar es un país de 11.586 Km. cuadrados, situado en una península del Golfo Pérsico y lindante con Arabia Saudita, con la que comparte 60 Km. de frontera. La población es de algo más de 2.100.000 personas. El Producto Interior Bruto (2013) es de 198,7 mil millones de dólares y el PIB per cápita alcanzó en 2013 los 102.000 dólares. La riqueza de Qatar procede de sus gigantescas reservas de gas y petróleo. Qatar es un emirato, una monarquía absoluta gobernada por la familia Al Zani desde hace más de siglo y medio. Desde junio de 2013 está gobernado por el emir Tamim bin Hamad Al Zani, un hombre joven, nacido en 1980, que accedió al trono tras la abdicación de su padre, el emir Hamad bin Jalifa Al Thani.

 

Alan Dershowitz ha escrito en un articulo reciente, forzando un poco –pero no demasiado- las cosas, que Qatar, donde no existen elecciones ni alternancia política ni nada parecido a un sistema liberal, no es un país, sino una familia. Una familia con inmensas cantidades de dinero a su disposición. Le permiten comprarse cosas, cosas variadas y llamativas, todas ellas muy caras. A través de la Qatar Foundation, Qatar es socio del Fútbol Club Barcelona. Es dueño del Paris Saint Germain FC, e invierte en patrimonio inmobiliario y en educación, en particular en Estados Unidos. También ha irrumpido en el mercado del arte, con compras como el de un Cézanne por 250 millones de dólares. Se ha comprado incluso el Mundial de Fútbol, que se celebrará allí en 2022.

Entre otras de las cosas que Qatar quiere comprar es un papel en la escena internacional. Lo viene haciendo desde 1996 con la cadena Al Jazeera, que además de proporcionar una (excelente) información, tiene una influencia relevante en la opinión pública de los países de mayoría musulmana y fue de capital importancia en las revueltas de la “primavera árabe”, revueltas que Qatar apoyó en Egipto o en Libia. También es la sede de la base aérea de Al Udeid, por lo que mantiene unas relaciones estratégicas con Estados Unidos.

Qatar ha encontrado una forma para hacerse valer en la escena internacional con el apoyo a Hamás, la banda terrorista que controla la Franja de Gaza y que se ha embarcado en un enfrentamiento abierto con Israel, con la población civil de la zona como arma principal, destinada a ser sacrificada y así ganar el apoyo de la opinión pública internacional.

Hamás, fundada en 1987 como una organización terrorista, yihadista y antisemita, se mostró muy activa en Siria, donde gozaba del apoyo de Irán, hasta que el estallido de la guerra entre el régimen y los sublevados, a raíz de los levantamientos que sucedieron a la “primavera árabe”, le llevó a tomar partido contra el régimen de Bashar al-Assad. A partir de ese momento, Hamás se retiró de Siria y perdió las subvenciones que hasta entonces le daban Siria e Irán. Hamás ya se las había arreglado para enfrentarse a la Autoridad Palestina en la guerra interna con Fatah en 2007. Desde el derrocamiento de Mubarak, mantenía una excelente relación con Mursi y los Hermanos Musulmanes, de los que Hamás es una rama.

El derrocamiento de Mursi en Egipto llevó al aislamiento de Hamas en la Franja de Gaza, privada de los apoyos externos de Siria, Irán y Egipto. Al rescate acudieron los qataríes. Hamás, con su líder Jaled Meshal al frente, trasladó su sede de Damasco a Doha. Desde entonces, Qatar ha ayudado a Hamás con donaciones (menos que Irán, en cualquier caso) y con tecnología, como la que se está descubriendo en los túneles de Gaza, bien preparados para responder a los ataques israelíes. También ha aprovechado la situación en Gaza para intentar ampliar su papel internacional, habiéndose ofrecido como mediador entre Hamás y el gobierno israelí, algo que este ha rechazado a pesar de las veleidades de John Kerry.

La evolución de la guerra aclarará la nueva situación de Qatar, pero en estas semanas se ha podido comprobar el papel relativamente limitado que puede jugar como actor internacional. El dinero no lo puede todo, y Qatar no tiene el tamaño suficiente para jugar el papel de primera fila que le gustaría tener. La relación especial con Estados Unidos también le impone ciertos límites. Los demás países árabes, en particular Egipto y Arabia Saudí, han demostrado que tienen escasa confianza en Qatar.

Por su parte, Qatar ha proporcionado a Hamás cierta relevancia internacional y, dado que el apoyo que podía proporcionar a los terroristas era más limitado que el que le daban Siria e Irán, por un momento hubo quien pensó que la relación con Qatar podía llevar a Hamás a ir abandonando en parte su carácter violento.

No ha sido así, y en estas semanas se ha comprobado hasta qué punto la influencia de un país o una familia como la quatarí puede ser nefasta. Se puede soñar con lo que se podría hacer con todo ese dinero y esa ambición puestos al servicio de la libertad, la prosperidad, la convivencia, el conocimiento y la tolerancia. Lo que Qatar ha buscado en su relación con los terroristas de Hamás es exactamente lo contrario: la pobreza, el atraso, la ignorancia, el fanatismo, la muerte.

Ni los Cézanne ni los clubs de fútbol, ni el Mundial de 2022, ni las universidades, ni todo el glamour del mundo pueden disimular eso.

El Medio, 04-08-14