La modernización de Bahréin

El pasado sábado 19 de abril una explosión en un coche mató a dos personas en la localidad de Mughsha, al oeste de Manama, la capital de Bahréin. Mughsha es una localidad poblada por chiítas. A principios de marzo tres policías habían resultado muertos por una explosión durante una protesta.

 

Bahréin es un pequeño país de 760 km2, con una población de poco más de 1.200.000 habitantes. Vive del petróleo y del turismo, y cuenta con importantes reservas de gas. En torno al 70 % de la población musulmana (a su vez, el 70 % de una población que cuenta de la que más de un 35 % ha nacido fuera) es chiíta, pero el gobierno siempre ha estado en manos de la minoría sunita. La llamada primavera árabe sacó a la luz las tensiones y en febrero de 2011 se iniciaron las protestas, con concentraciones y la ocupación de la Plaza de la Perla, en Manama, fue ocupada por activistas chiítas, mientras que el gobierno proclamó la ley marcial y reprimió con dureza el movimiento. Se llegó incluso a arrasar el monumento de la plaza, con la intención evidente de evitar que cuajara un símbolo político como el de plaza Tahrir en El Cairo.

La situación de Bahréin y su proximidad a Arabia Saudí y los Emiratos Árabes, facilitó la represión de las protestas. Arabia Saudí colaboró en el restablecimiento del orden y la cobertura internacional de los desórdenes fue considerablemente menor que en otros lugares. La cadena Al Jazeera, que cubrió minuto a minuto las protestas en Egipto no prestó tanta atención a lo que estaba sucediendo en Bahréin.

Aun así, la situación no se ha calmado nunca y ha habido más protestas en 2012, en particular en el aniversario de las primeras manifestaciones, y en 2013, con ocasión de la celebración del aniversario de la independencia del país (en 1973). Los problemas llegaron a complicar la celebración del Gran Premio de Fórmula 1, que fue cancelado en su edición de 2011, aunque se celebró en abril de 2012 a pesar de las presiones internacionales en contra y en medio de las protestas. El propio Brian Eccleston ha invitado a representantes de la oposición a la celebración, para evitar las acusaciones de que la Fórmula 1 respalda el gobierno de Hamad bin Isa Al Jalifa, emir de Bahréin.

Uno de los problemas es que la violencia ha ido a más, como muestran los últimos atentados. Así que todo parece respaldar la idea de un enfrentamiento no solventado entre sunníes y chiítas, englobado a su vez en un conflicto entre Arabia Saudí e Irán, es decir entre las dos grandes confesiones del islam, con la república islámica sirviendo de apoyo a los rebeldes chiítas en el interior del reino.

Hay quien ofrece otras perspectivas. En su número de junio de 2013, la revista Foreign Affairs publicó un artículo de Reza Aslan, autor de algunos polémicos libros sobre el Islam y Jesucristo, en el que se describía una situación distinta. Según Aslan, el gobierno de Bahréin ha tenido interés, desde las manifestaciones de 2011, en difundir la idea de que los enfrentamientos de Bahréin se deben a une enfrentamiento religioso sectario entre chiítas y sunnitas. Lo que se pretende así es enmascarar la verdadera naturaleza del conflicto, que atañe sobre todo a la democratización del régimen. La estrategia de enfrentamiento religioso evitaría cualquier apoyo exterior serio a la oposición. También tendría la ventaja, por así decirlo, de hacer del conflicto algo imposible de solucionar, por su carácter religioso. El artículo fue recibido con críticas y polémica, como otras obras de Reza Aslan.

Un hecho ocurrido en diciembre de 2013, sin embargo, permite adivinar la complejidad de una situación que no se deja clasificar tan pronto en categorías demasiado sencillas. Justin Gengler, en Foreign Policy, ha escrito que nunca, ni siquiera en los peores días de 2011, el gobierno se atrevió a detener a Ali Salman, líder del partido Al Wefaq, que participa en el Parlamento de Bahréin desde que este fue reabierto en 2002, tras treinta años de suspensión. Con 18 escaños sobre un total de 40, y un respaldo del 64 % del electorado, Al Wefaq es el partido más importante del país, aunque las organizaciones sunníes y otras independientes siempre han conseguido evitar una mayoría absoluta. Ali Salman es, además, un clérigo chiíta y participó activamente en los levantamientos anteriores de los años 90, que contribuyó a organizar.

Hoy en día, Ali Salman está considerado una de los principales políticos del país, aunque recibe fuertes críticas por la dureza del tono que suele emplear. El partido Al Wefaq, que se retiró del Parlamento tras los acontecimientos de 2011, sigue siendo una de las voces más críticas con el régimen. (El pasado mes de enero Al Wefaq denunció 745 casos de arrestos políticos ocurridos tan sólo en diciembre de 2013, entre ellos 31 casos con niños.)

La detención de Ali Salman hizo sospechar que el régimen de Bahréin se estaba radicalizando, hasta que tres semanas después Ali Salman reapareció en una reunión con el príncipe Salman bin Hamad bin Isa Al Jalifa, príncipe sucesor y conocido por sus posiciones moderadas, que después de los sucesos de 2011 le llevaron a la marginación interior frente al primer ministro Jalifa bin Salman al Jalifa. La situación del primer ministro se ha complicado por la publicación de algunos importantes casos de corrupción. Y, como señalaba el artículo de Reza Aslan, siempre parece haber estado interesado en aprovechar el temor de la población ante el apoyo iraní a los promotores de los desórdenes.

Justin Gengler apunta en su artículo que el emirato de Bahréin está necesitado de una política económica de reformas y ajustes que el príncipe Salman, considerado un modernizador, parece estar dispuesto a llevar a cabo y para los que tendría que contar con el apoyo mayoritario de la población.

El Medio, 21-04-14