«El trovador» y la muerte
El lugar común quiere que el argumento de El Trovador sea incomprensible, como desaforadamente melodramático parece ser el original de García Gutiérrez. La verdad es que si así fuera es difícil comprender por qué Verdi se fijó en esta obra, que desarrolla dos acciones simultáneas: la una basada en la venganza y la otra en el amor, un amor imposible, como sabe bien Leonora, el más melancólico de los personajes femeninos verdianos.
Dio vida al personaje, en esta nueva aparición del gran título en el Teatro Real, Maria Agresta. Lució una voz limpia, expresiva, luminosa, con fácil llegada a los agudos, lo que compensó algún problema –poco importante, por otro lado- en las agilidades. Muy convincente en la actuación, como lo estuvo la Azucena de Ekaterina Semenchuk, que plantó una Azucena muy interiorizada y dramática, pero no para paliar la falta de medios, como a veces ocurre, sino para complementar estos, extraordinarios, de graves profundos y solvencia sobrada en el registro agudo, con un hermosísimo color oscuro. Estupendo también el Luna de Ludovic Tézier, con un instrumento homogéneo, lírico y profundo a la vez, con un legato impecable y un fraseo exquisito con los que logró un gran retrato del implacable, pero perdidamente enamorado conde. (…)
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Dir.: Maurizio Benini. Dir. esc.: Francisco Negrín
Francesco Meli, Maria Agresta, Ekaterina Semenchuk, Ludovic Tézier, Roberto Tagliavini, Cassandre Berthon, Fabián Lara, Moisés Marín
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
3 de julio