El teatro de la vida. «Capriccio» de Strauss, en el Teatro Real

El Capriccio straussiano, presentado por primera vez en el Teatro Real, es obra compleja. Puede ser tomada como una reflexión final acerca de un género que muere con ella, en pleno derrumbamiento de la cultura europea, o bien puede ser abordada como una reflexión acerca de los dilemas intelectuales y sentimentales de una mujer joven, el mejor espejo posible de cualquier realidad vital. El director de escena Christof Loy, que naufragó en el Real con una Lulú incomprensible, optó por la segunda vía, y sólo a partir de ahí se entrevé sutilmente la primera cuestión. Va evocada en un salón gris, despojado, del que quedan sólo una chimenea y gran espejo opaco, y en el que evolucionan personajes con vestidos modernos y en algún caso dieciochescos, con una condesa desdoblada en una niña, una muchacha joven –la bailarina- y otra mayor, muda y reflexiva.

La soprano sueca Malin Byström fue la encargada de dar vida a la condesa. En cuanto a la actuación, resultó un poco demasiado gesticulante. No así en el canto, con una voz dramática, de colores oscuros, tersa y versátil, capaz de sostener sin un solo fallo la extraordinaria línea de canto escrita por Strauss. Deslumbró en el monólogo final. El bajo Christof Fischesser dio vida a un extraordinario y muy moderno La Roche, encarando su gran defensa del teatro con soltura, profundidad y convicción. (…)

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Malin Byström, Josef Wagner, Norman Reinhardt, André Schuen, Christof Fischesser, Theresa Kronthaler, John Graham-Hall, Leonor Bonilla, Juan José de León, Torben Jürgens

Dir.: Asher Fisch

Dir. esc.: Christof Loy

Orquesta Titular del Teatro Real

27 de mayo