Brokeback Mountain

Madrid. Teatro Real

Wuorinen, Brokeback Mountain

S. Okulitch, T. Randle, H. Buck, H. E. Minutillo. E. Herschenfeld, C. Alcedo, R. MacPherson, J. Henschel, H. Summers

Dir.: T. Engel. Dir. esc.: I. van Hove

1 de febrero

El Teatro Real fue el escenario del estreno mundial de Brokeback Mountain, la nueva ópera del compositor norteamericano Charles Wuorinen. Wuorinen es bien conocido en su país, aunque menos fuera, por intentar insuflar dramatismo a un lenguaje musical respetuoso con la tradición serialista. El tema venía, a través de una película muy popular, del relato de Annie Proulx, quien también se ha encargado del libreto. Por fin la ópera parecía volver a las historias de amor, y esta vez sin disimulos, un amor avasallador e imposible, desesperado como es el amor de verdad, el amor de la ópera. Todo se había conjuntado: una atracción fatídica, el misterio de la naturaleza y una amenaza sorda que amplifica la intrínseca cobardía del ser humano.

 

El resultado cumplió las expectativas a medias. Falló en parte la puesta en escena de Ivo van Hove, porque en sus dos tercios la acción transcurre en lo que parece una tienda de Ikea, sin la menor capacidad de evocación. Falló el libreto, que en vez de concentrarse en las grandes escenas se empeña en contarnos una historia que conocemos de sobra, con diálogos y situaciones de una trivialidad exasperante, como si fuera un cuadro de costumbres. Y falló la música, bien concebida, profesional y por momentos muy hermosa, pero gélida, sin el menor atisbo de canto salvo en las últimas escenas, en especial el monólogo final del protagonista, estropeado sin embargo por el efecto grotesco de la camisa voladora. Wuorinen, como tantos compositores de nuestro tiempo, se empeña en distanciarse de los afectos, como si tuviera miedo de ellos. Se cierra así las puertas de la ópera, que es el arte de las emociones incandescentes y el terreno de las pasiones que destruyen y al tiempo llevan a los personajes a una grandeza inimaginable.

En esas condiciones, los cantantes hicieron lo que pudieron. Daniel Okulitch tiene una voz agradable y un físico al que sabe sacar un buen partido, con lo que cumple de sobra en un Ennis del Mar que parece estar viviendo un drama que afecta a otra persona. El personaje de Jack Twist presenta algo más de urgencia vital, por lo que el tenor Tom Randle pudo sacar a relucir sus buenas condiciones vocales. El papel de la soprano Heather Buck, muy correcta, oscila entre la histeria del ama de casa y la joven defraudada por un esposo flojo y casquivano. Bien los demás, en particular el bajo Ethan Herschenfeld en su papel de malvado shakespereano, la mezzo Jane Henschel en su  breve intervención como madre de Jack, y Hannah Esther Minutillo, de esposa frígida.

Titus Engel tuvo una noche feliz al frente de la Orquesta Titular, extraordinaria, que hizo lo que pudo para llenar de vida una partitura que, más que transmitir emociones, tenía el encargo un poco triste de comentar lo que no ocurría en escena.

Ópera Actual, 02-14