La realidad israelí

En un artículo reciente en estas mismas páginas de El Medio, Evelyn Gordon hablaba de la forma en la que la “intifada de los cuchillos” se ha ido diluyendo en los últimos meses. No ayuda a los palestinos a hacer avanzar su “causa” y, a pesar de haber causado ya –a finales de marzo- 34 muertos, tampoco causa el daño que se proponía hacer. Al revés, con 211 ataques con cuchillos, 83 tiroteos y 42 ataques con diversos vehículos había, a finales de febrero, más de doscientos terroristas muertos. Prácticamente, cada ataque se salda con la muerte del asaltante. No hay grandes incentivos, por tanto, para continuar la ofensiva criminal. En la misma línea, el periodista Yossi Klein Halevi, residente en Jerusalén, contaba en un artículo reciente cómo un joven palestino había apuñalado a un guarda de seguridad cerca de su casa, en una estación de tren de cercanías, y cómo en menos de una hora no quedaba ni rastro de lo sucedido…

Puede que todo esto sea engañoso y que los ataques vuelvan con más fuerza en muy poco tiempo. En Oriente Medio nunca se sabe. También es verdad que, como apuntaba el propio Klein Halevi, la sensación hoy es muy distinta de la que existía en la primera intifada, cuando parte de la población palestina se levantó tras un incidente que acabó con la muerte de cuatro palestinos, las Fuerzas Armadas israelíes respondieron y se produjo además un intenso debate político que acabó con diez años de gobierno conservador y la llegada al poder del laborista Yitzhak Rabin.

Nada de eso está ocurriendo hoy. Existe la sensación de una situación repetida, pero no la voluntad de responder del mismo modo. Hoy en día, el 70 % de los israelíes critican la ineficacia de la respuesta gubernamental, y casi el mismo número se siente inseguro, pero, en cambio, sólo el 4% de la población piensa que el proceso de paz es algo prioritario. El Likud de Benjamin Netanyahu sigue siendo el partido más popular.

Hay razones propiamente políticas para esta realidad, como ha expuesto el analista Aaron David Miller: el liderazgo sin competencia del actual presidente del Gobierno, el agotamiento de los sucesivos procesos de paz, la creciente desconfianza hacia Estados Unidos -que pone en valor la figura enérgica y conocedora de la realidad norteamericana de Netanyahu- y, además, el escaso atractivo de los nuevos partidos o coaliciones creados como alternativa al Likud o al Partido Laborista.

Por su parte, el gobierno no ha tratado la ofensiva de los cuchillos con gestos que pudieran ser considerados desproporcionados y se ha negado a tomar medidas como la expulsión de los familiares de los terroristas a Gaza. Netanyahu, obviamente, se atiene a la defensa del statu quo y la sociedad israelí no parece dispuesta a embarcarse en aventuras, al contrario. (…)

Seguir leyendo en El Medio, 04-04-16