La actriz y los activistas
Intermon Oxfam
Scarlett Johansson también ha sabido manejar el asunto de los territorios ocupados. La fábrica de Soda Stream está situada en un polígono industrial levantado en el asentamiento de Ma’al Adumim, cerca de Jerusalén, en Cisjordania. Como ha dicho la actriz, la empresa apoya a los vecinos que trabajan codo con codo y reciben el mismo salario y las mismas prestaciones, y tienen los mismos derechos: una empresa que está “construyendo un puente hacia la paz entre israelíes y palestinos”. Los trabajadores de la fábrica Soda Stream lo confirman, y también los del resto del polígono. La mayor dificultad a la que se enfrentan consiste, precisamente, en la incomprensión de uno y otro lado, es decir de quienes se empeñan en impedir la cooperación de unas personas cuya vida no tiene por qué verse mutilada y ensombrecida por enfrentamientos políticos.
La actriz ha lamentado el haber tenido que abandonar su cooperación con Intermon Oxfam. No hay ningún motivo para dudar de su sinceridad. Ahora bien, los amigos de Scarlett Johansson en Oxfam han dejado bien claro, por su parte, que no saben resistirse a la tentación de ejercer como grupo político. En vez de centrarse en su papel de ONG solidaria y en lucha contra la pobreza, Intermon Oxfam se empeña en campañas de alto contenido ideológico. El informe que difundió recientemente sobre Secuestro democrático y desigualdad económica era aún más inquietante, volcado en la demagogia barata. Así no se logra credibilidad ni capacidad de presión. Se trata de ayudar a la gente, no de impedir que viva su vida y que prospere.
La Razón, 04-02-14