Lectura patriótica dramatizada

Nuria Richart y J. M.ª Marco leen el prólogo a la Historia patriótica de España,

Durante mucho tiempo, la patria fue el lugar donde se nace. El amor que se le profesaba resultaba natural. Por eso el término «patriotismo» no adquirió relevancia hasta que la patria se convirtió en algo distinto: la comunidad que garantizaba la libertad de las personas. Este sentido es muy antiguo, y para hallar sus raíces podríamos remontarnos a Pericles y su famoso discurso ante los atenienses reunidos para rendir tributo a los soldados muertos en el campo de batalla.

En Occidente, sin embargo, hizo falta redescubrir la libertad según los antiguos para que el patriotismo adquiriera todo su sentido. Desde entonces, el patriotismo da nombre al conjunto de virtudes y deberes que relaciona a una persona, o mejor dicho, a un ciudadano, con su patria: el amor, la amistad, la lealtad, la disposición al servicio, la conciencia de unidad y de pertenencia a una comunidad política que llamamos nación o patria, como los griegos hablaban de polis. Claro que si la nación o la patria garantizaban unos derechos, patriota era el que estaba dispuesto a cumplir con sus deberes con respecto a ella.

A finales del siglo XIX, el patriotismo empezó a ser absorbido por fórmulas políticas que excluían la universalidad del ser humano y subordinaban los derechos a un relativismo moral en el que prevalecen valores étnicos o culturales. Estamos hablando de las ideologías nacionalistas y su naturaleza asesina. El descrédito del patriotismo culminó cuando las revoluciones antiautoritarias de finales del siglo pasado repudiaron, en nombre de la autonomía individual, cualquier concepto de responsabilidad y de deber.

Hoy en día, los términos de «patria» y «patriotismo»,aún envenenados por el nacionalismo y la exaltación individualista, han cobrado un nuevo significado. Sociedades pluralistas como las nuestras vuelven a debatir la posibilidad, cuando no la necesidad, de compatibilizar una noción básica de bien común con la libertad individual. También ha vuelto a primer plano la relación de la identidad con el pasado. Y la urgencia de dar un sentido a la vida individual, más allá de la satisfacción de los propios deseos. No parece que hayamos superado, como un día pareció, el amor a la patria y la disposición a servirla.

El debate no es nuevo. El padre Feijoo lo resumió, en plena Ilustración española, con su contraposición entre «amor de la patria» y «pasión nacional». Los antiguos también reflexionaron sobre el asunto.Buena prueba de ello son De los deberes de Cicerón y este diálogo, titulado Querefonte o del patriotismo, publicado aquí por vez primera.

El autor perteneció sin duda al círculo de la Academia platónica. La conoce bien, como lo muestran las alusiones a Critias y a Alcibíades. Así lo indica también el protagonismo de Querefonte, uno de los «leales amigos» de Sócrates, según Jenofonte, y personaje popular, por su aspecto y su carácter, en la Atenas de Pericles. Aristófanes nos dejó de él un buen retrato, en particular en Las nubes, comedia en la que juega el papel de socio de Sócrates en el negocio, más bien turbio, de pedagogía entre sofística y filosófica que entre ambos tienen montado.

Querefonte aparece también en dos diálogos de Platón, el Gorgias y el Cármides. En este último recibe con entusiasmo a Sócrates, recién llegado de la guerra. Fue él quien tuvo la ocurrencia, o la cara dura, de preguntar al oráculo de Delfos si había algún hombre más sabio que su amigo Sócrates. Sorprende el entusiasmo democrático que el autor presta a su protagonista, algo ajeno a los círculos socrático y platónico. Quizás sea una advertencia formulada en términos esotéricos.

Este diálogo sobre el patriotismo, interpretado aquí por Nuria Richart y José María Marco, excepcionalmente bien conservado sobre su soporte de papiro, forma parte de los descubrimientos realizados en Oxirrinco, Egipto, en 1897. Por causas no aclaradas todavía, fue desgajado del conjunto de los famosos documentos y no ha sido incluido en la edición oxoniense de los Oxyrhynchus papyriL. Blancherie y O. Muñoz preparan su edición crítica de la que podemos adelantar, con su amable autorización, una posible atribución a Hermodoro, llamado de Siracusa. Hermodoro era amigo de Platón, autor de sendas obras perdidas sobre las Matemáticas y sobre el propio filósofo ateniense del que fue también editor, como Ático lo fue de Marco Tulio.

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