Alepo. Final de partida

Alepo fue la capital económica de Siria, la ciudad más poblada del país y también una de las ciudades más antiguas de la región, con un patrimonio del que no queda prácticamente nada. Desde que estalló la guerra civil, ha sido el escenario de enfrentamientos entre las fuerzas del régimen y las de la oposición, que han controlado a medias la ciudad y se replegaron ahí tras la pérdida de Homs. De hecho, fue la inesperada resistencia de los rebeldes en Alepo, hace un año –con las consiguientes derrotas de las fuerzas gubernamentales- lo que provocó la intervención de Rusia en el conflicto. Se trataba, en conjunción con las fuerzas iraníes, de salvar el régimen de Bashar al-Asad. El objetivo, al menos por el momento, parece cumplido.

 

Víctima colateral de la ofensiva sirio-rusa-iraní ha sido la suspensión de las conversaciones de Ginebra, aplazadas para dentro de veinte días antes incluso de empezar. La desbandada de Ginebra es paralela a la mucho más dramática de la población civil que intenta huir de la ratonera en la que se va a convertir Alepo cuando los rusos logren cortar la estrecha ruta que une los barrios ocupados por los rebeldes con Turquía y los militares chiítas avancen y encierren la ciudad.

La toma de Alepo será una victoria decisiva para el régimen de Bashar al-Asad, para las ambiciones estratégicas de Irán en la región y para los rusos, que ven cómo una apuesta arriesgada sale adelante y les permite tomar la iniciativa y avanzar posiciones en Oriente Medio: ante los jordanos, a los que se ha invitado a reducir su apoyo a los rebeldes del sur, la alianza no islamista que resiste contra el Assad; ante Turquía, con las represalias tras el derribo de un avión ruso, e incluso ante Israel, al que ha dado seguridades acerca del respeto de los intereses de este en el sur de Siria.

Aparte de otras consecuencias perversas, como el echar a los rebeldes en brazos del ISIS o de al Nusra, la filial de al Qaeda en la región, la más inmediata es la crisis humanitaria que se cierne sobre Turquía, con la nueva llegada de decenas de miles de refugiados sirios a un país ya sobrecargado de población refugiada. Ahora mismo se calcula en 35.000 las personas que se agolpan en la frontera de Turquía, en condiciones penosas, a la espera que se les deje entrar. Muchos análisis apuntan a que la estrategia del régimen sirio pasa precisamente por provocar oleadas de refugiados: se limpia la zona y se bloquea cualquier respuesta por parte de los países europeos. (…)

Seguir leyendo en El Medio, 09-02-16