Pushkin y Rachmaninoff. Combinación perfecta

El repertorio ruso se consolida en el ciclo de Ópera de cámara que coproduce la Fundación Juan March junto con el Teatro de la Zarzuela. Después de Stravinsky y Rimsky-Korsakov, llega ahora Rachmaninoff con El caballero avaro. Es una ópera breve, que Rachmaninoff compuso para su amigo Chaliapin, aunque el gran bajo nunca la cantó. Está basada en una de las Pequeñas Tragedias escritas por Pushkin en 1830. Cada una de estas piezas va dedicada a lo que antes se llamaba pecado capital. En este caso, la avaricia, que se ha apoderado del alma e incluso del cuerpo de un noble caballero, que reniega de la liberalidad que corresponde a su rango. Su hijo, un joven dedicado, como es natural, a las damas y a los torneos, no anda muy contento: ya nadie le presta dinero. Acude al duque, que intenta mediar ante el caballero pero provocará un enfrentamiento del que el padre no saldrá vivo.

Como en la obra de Pushkin, que Rachmaninoff sigue de muy cerca, la acción se concentra en tres escenas: la de presentación del hijo y su negativa a envenenar al padre, como le sugiere el usurero; el grandioso monólogo central, escrito para un cantante de primerísima fila, en la que el caballero expone, en un soliloquio apasionado y brutal, el abismo al que le ha conducido su vicio. Y por fin el desenlace, de violencia contenida que estalla con la muerte del protagonista. Fue escrita en 1906, poco después de haber acudido el compositor a Bayreuth. La obra se desarrolla como un largo y extraordinario parlando, con una maravillosa introducción en la que empiezan a aparecer micro motivos que irán resurgiendo a medida que se desarrolle el drama. Compuesta para orquesta, la adaptación para piano que se escuchó en la March transmitió al densidad, la intensidad y la fluidez de una partitura que profundiza, tanto o más que en la acción, en la conciencia, “esa bestia de garras afiladas que desgarra el espíritu, prestamista grosera”, como hace decir el poeta a su personaje. Hacen falta grandes cantantes para sacar adelante una obra en la que todo se juega en los matices, en los acentos, en la precisión de las articulaciones. Objetivo logrado.

Ihor Voievodin compuso un caballero de voz más ligera que lo previsible, pero consiguió transmitir, con una impecable línea vocal y una seguridad fuera de serie en las dinámicas, el tormento del protagonista. El tenor Juan Antonio Sanabria, buen conocedor del bel canto, se enfrentó al papel nada fácil del hijo y lo sacó adelante con solidez y convicción. Gerardo López dio vida al prestamista pérfido, con una canto matizado, muy fino en los matices. Isaac Galán resultó muy convincente como el duque y Javier Castañeda, de criado, dio la réplica perfecta a su señorito en la primera escena. La densidad del acompañamiento al piano recayó sobre un Borja Martín en estado de gracia, buen director del conjunto. Excelente puesta en escena de Alfonso Romero, con grandes ideas, como la transformación del barón en un siniestro rey de metal en la escena central. Sobraron las pantallitas de vídeo, que enfrían la atmósfera y no aportan nada que no esté dicho por otros medios. Un gran descubrimiento para muchos de los presentes.

Ópera Actual, 28-09-21

MADRID, FUNDACIÓN JUAN MARCH. SERGUEI RACHMANINOFF, EL CABALLERO AVARO

 Ihor Voievodin, Juan Antonio Sanabria, Isaac Galán, Gerardo López, Javier Castañeda

Piano y dirección: Borja Mariño. Dir. escena: Alfonso Romero

28 de septiembre de 2022