La musa española de Rossini

Complementando la puesta en escena de La Cenerentola en el Teatro Real, y otro propio dedicado a Pauline Viardot, la Fundación Juan March ha organizado un espléndido ciclo centrado en la relación de Rossini con España. Es cierto, como expuso Fernando Fraga en su exhaustivo estudio, que la música de Rossini tiene poco que ver con la española. Y sin embargo, ahí está, aparte de algunas canciones que aparecerán en los siguientes recitales, una afinidad particular. Se manifiesta en las amistades, en las relaciones con algunos personajes españoles -entre ellos la familia de Manuel García-, el entusiasmo que suscitó aquí y, claro está, la figura de Isabel Colbran, la gran soprano madrileña que se convirtió en la superestrella del Teatro San Carlo de Nápoles y en la esposa del compositor de Pesaro. Colbran encarna a la perfección ese punto donde se cruzan la escuela de canto española, desarrollada por García, y la peculiar inspiración rossiniana, al mismo tiempo abstracta, extremadamente intelectual, pero saturada de vitalidad y con ráfagas de un sentimentalismo más neoclásico que romántico. De ahí que dedicarle todo un recital a las páginas que Rossini compuso para Isabel Colbran resulte un desafío que va más allá de la técnica y el efecto, indispensables cuando de Rossini se trata. La mezzo ucraniana Olga Syniakova recogió el guante… y salió triunfante.

Desde los primeros compases de “Assisa a piè d’un salice” (de Otello), demostró que estaba al altura del maestro y su musa española. En esta página célebre pudo desplegar, como en la muy contenida “Giusto ciel” de Maometto II, el canto elegíaco, siempre ligado, en medias voces y colores difuminados. Con “Di tanti palpiti”, Syniakova demostró que es capaz de expresar todo el dinamismo dramático de una pieza que es una escena operística en sí misma, con el personaje desdoblándose en la espera y la esperanza: preciosa actuación vocal, llena de matices, de interrogantes, de pausas imperceptibles. Esa misma sensibilidad había aparecido en “Eccomi al fine in Babilonia”, de Semiramide, en la que la mezzo encarnó un muy humano Arsace, que combina la evocación sentimental con la pirotecnia triunfal, en una página que, como todas las dedicadas a Colbran, requiere una cantante de registro muy amplio, con un profundo y resolutivo registro grave, pero capaz también de alcanzar la tesitura más aguda. La gran demostración de virtuosismo llegó con el rondó final de La donna del lago, una de esas páginas especialidad de Rossini, en la que la aceleración y el crescendo característicos se aplican a la exigencia vocal, cada vez más endiablada. Olga Syniakova lo cantó con una facilidad extraordinaria y un instrumento que parecía haberse depurado a lo largo de la velada, fresco, alegre, sin fisuras, de una limpieza y una densidad admirables. Estamos ante una gran rossiniana, con un futuro espléndido por delante.

Acompañó, con gran brillantez, la Orquesta Titular del Teatro Real a las órdenes de la estupenda Lucia Marín, que dio una lección de precisión y colorido, con una preciosa interpretación de la obertura de Il Reggente, de Mercadante, compositor por el que la directora parece sentir un especial -y muy justificado- aprecio. De propina, como no podía faltar, “Una voce poco fa”, en una interpretación a un tiempo fresca, insolente, pero también con un punto de madurez, como si después de las grandes páginas serias, fuera la condesa de Almaviva la que recordara la música de su juventud.

MADRID, FUNDACIÓN JUAN MARCH. Concierto de Olga Syniakova. Obras de Rossini y Mercadante. Orquesta Titular del Teatro Real. Dir.: Lucía Marín. 27 de octubre

Ópera Actual, 01-11-21