Entrevista con José María Marco, por Raúl Díez

 

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Con José María Marco y Raúl Díez. Fotos: Travis & Norton

José María, ¿bourbon o Coca-light?

Coca-Cola. Hace ya bastantes años que no bebo alcohol. No puedo. La vida social se resiente, como es natural.

La hoja en blanco, ¿es miedo o cuestión de tiempo?

No hay ni hoja ni pantalla en blanco, por lo menos para mí. Lo importante es tener alguna idea de lo que se quiere decir, aunque no siempre sea una idea clara. Escribir es descubrirlo.

Escribir es un ejercicio físico

¿Se puede vivir “con” o se vive “de” la literatura? ¿Cuándo se dio cuenta de que podría ganar dinero con ello?

No intento vivir de la literatura, ni siquiera hacerla. No tengo imaginación. Intento escribir bien: con claridad, sobre todo con claridad.

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¿Se puede hoy en día ser polémico sin ser mediático?

A veces no estar muy presente en el debate público es una forma de ser polémico. Están los amigos, claro, y las personas que comprenden la naturaleza del proyecto y su objetivo… En fin, he intentado acostumbrarme a ir a contracorriente. En ocasiones, resulta angustioso.

¿Es usted uno de esos escritores con un horario fijo, o que solamente escribe cuando tiene la absoluta necesidad de escribir? ¿Necesita entrar en uno de esos estados que denominan los franceses L´état second?

Me gustan los horarios fijos y la rutina. Trabajo y escribo (sobre todo escribo) por la mañana, lo más temprano posible. Lo fundamental es la concentración, y gracias a Dios todavía no he perdido la facultad de concentrarme. Para mí, la inspiración consiste en eso. Es agotador, eso sí. Escribir es un ejercicio físico.

Después de escribir tanto sobre España y los españoles, ¿qué pretende conseguir?

Ahora me gustaría cambiar de asunto, en la medida de lo posible. En cuanto a la contribución que yo haya podido hacer, son otros los que tienen que definirla y juzgarla. Por mi parte, me habría gustado que mi trabajo hubiera sido útil para que los españoles tuvieran una idea de su país y de su ciudadanía que no sea la que ha transmitido la historia oficial de los últimos cincuenta años, tan dura, tan implacable. Ha habido que revisar muchos tópicos y aclarar ideas cuyo significado se me escapaba cuando empecé a trabajar sobre Manuel Azaña, hace treinta años. Volver a hacer posible una vivencia amable de la propia nacionalidad, eso es lo que me gustaría haber contribuido a hacer. Ahora me doy cuenta que había un principio básico de partida, y que lo he respetado sin darme cuenta de lo que hacía: hablar siempre bien de mi país.

Es imposible hablar con gente cobarde

¿Es España un acto de fe?

A veces parece que sí, pero no, no lo es. Es algo más objetivo y más trivial: una historia resumida en un documento de identidad, que es una realidad jurídica y política. Me ha costado años entenderlo. Ha sido lo más difícil de todo: articular la historia y la cultura -la identidad, si quieres- con la ciudadanía, con la nación política.

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Decía Julio Cortázar en una entrevista que no sabía pensar, que sólo tenía intuiciones y, con un proceso intelectivo, trataba de “apretarlas”, de conceptuarlas. Amaba charlar con un intelectual y de cómo creaba su inteligencia silogismos, y de ahínuevos silogismos y conclusiones ¿Pensar es olvidar diferencias?

Pensar es esforzarse por comprender, por ver claro lo que no lo está, que es casi todo. Se trata de ir entendiendo lo complicadas que son las cosas. Se avanza cuanto más consciente se es de la complejidad. La claridad se deduce de ese proceso.

¿Si fuera Robinson Crusoe, escribiría sin ninguna esperanza de ser leído?

Cuando se escribe (al menos en mi caso) se escribe siempre para los demás, pero ese interlocutor es, antes que cualquier otro, uno mismo. Lo malo es que no se sabe nunca si se es lo bastante exigente.

“Publicamos para no pasarnos la vida corrigiendo borradores”, dijo Alfonso Reyes…

Y tiene razón. En este oficio, la perfección resulta difícil de alcanzar. Está ahí, sin embargo.

Ahora todo el mundo quiere ser artista

¿Con quién nunca perdería un segundo en discutir sobre algo?

Todo el mundo es interesante. A veces es difícil discutir con alguien porque el miedo lo puede todo y cierra cualquier vía de diálogo, incluso la curiosidad. Es imposible hablar con gente cobarde.

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¿Escribir le lleva más lejos de la realidad o le acerca a interpretarla?

Me resulta inconcebible algo que no ayude a entender la realidad. Incluso lo más excéntrico tiene que estar relacionado con el mundo real.

¿A usted esto del mundo de la literatura, no le parece una mierda?

Cualquier mundillo profesional tiene mucho de tribal y de caníbal. En esto de los libros solía haber una dosis suplementaria de vanidad. Ahora es general. Todo el mundo quiere ser artista.

¿Humano demasiado humano?

No hay nada demasiado humano. Siempre vamos por detrás.

La España de hoy se parece mucho a la que a mí me habría gustado vivir de joven

¿Qué le enorgullece de haber leído?

He llegado a leer cosas de las que ahora no llegaría ni a la quinta línea. Los Grundisse, cuando era muy joven (no entendí nada, y no me he esforzado por entenderlos después), Les Mots et les choses, El Anti Edipo (el 1 y el 2, no te creas)… ¡Bataille! También hubo mucho cine independiente o de autor, como se decía, y mucho, mucho arte moderno. Tremendo. (Me sigue gustando el cine «underground» de los sesenta y los setenta…) Por no hablar de todo lo que me he metido entre pecho y espalda para las investigaciones españolas. Leer las obras completas de don Francisco Giner de los Ríos no fue una hazaña pequeña, aunque tiene menos mérito porque me movían un interés y una curiosidad concreta.

A quien no le guste leer, ¿qué lo recomendarías? ¿O que haga lo que le salga del sombrajo?

No consigo imaginar a alguien a quien no le guste leer. Al leer, me concentro con facilidad. Por eso me distrae y me descansa. Es como nadar. Tampoco creo que la lectura haga más sabio, ni siquiera más culto a alguien. A veces ocurre al revés.

¿Podría tener una pareja escritor?

Supongo que sí. Mis horarios son convencionales. La vida de alguien que escribe es, por lo fundamental, aburrida. Eso no está mal para vivir con alguien.

Intento escribir con claridad, sobre todo con claridad

¿Qué le queda de “la movida”? ¿Recuerda cómo llevaba el pelo? ¿Sería posible hoy en España?

La movida (que nosotros no llamábamos así) fue una forma de quitarse de encima los problemas de los años 70, que no eran los nuestros y que parecía que teníamos que heredar: el compromiso político, las drogas, la psicodelia, lo marginal… Una pesadez que en unos pocos meses se fue, al ritmo de los Ramones, de Blondie, las canciones de los Zombies y de Carlos Berlanga. También cayó el pelo, que yo había llevado más largo, como Marcelo, el futbolista del Real Madrid. La España de hoy se parece mucho a la que a mí me habría gustado vivir de joven. Un poco demasiado socialista, pero eso parece incurable.

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¿Qué versos tienes tatuados en la memoria?

La música española no consigue nunca olvidarse del baile y yo, cuando recuerdo unos versos, lo hago en música, cosas de ópera, canciones, zarzuela. Supongo que no es muy buena poesía. A veces me vienen versos de cuando estudiante: poesía heroica o intelectual, como las cosas de Corneille, de José María de Heredia (pronunciado a la francesa), de Mallarmé o de Calderón que nos hacían aprender de memoria. En realidad, estoy siempre cantando.

¿Sobre qué le cuesta reflexionar a José María Marco?

Uno de los problemas que tengo es que me interesa casi todo.

El amor está lleno de dudas. ¿Es más fácil la amistad?

No, aunque es cierto que el amor compromete de otra forma y nos lleva más lejos, lo que puede ser peligroso. Siempre es para bien, en cualquier caso.

¿Y lo gay?

Mis padres se enteraron que era gay cuando yo era muy joven, en 1972, me parece. No se lo tomaron bien, como era natural, pero yo dramaticé más. Eran años de sufrimiento casi obligado y tardé bastante en salir de la adolescencia. Luego se me pasó. Nunca, ni en mi familia ni en el trabajo, en ningún sitio, he tenido el menor problema por mi condición homosexual. Seguramente he tenido mucha suerte. Tampoco he querido hacer de lo gay una bandera, e incluso a veces me ha molestado que se haga. Pero comprendo que se haya hecho.

Spinoza pensaba en Dios como una sustancia infinita con infinitos atributos. El espacio y el tiempo han sido dados a los hombres solamente. ¿Lo estamos desaprovechando?

A veces da la impresión de que se cultiva el cinismo como una forma de intentar negar la trivialidad en la que vivimos. Espero que sea un error de percepción, o algo pasajero.

¿Es usted creyente o lo ha intentado?

Soy católico romano. Practicante y creyente. Me acuerdo de la tarde en que le dije a mi madre que no iba a volver a misa. Muy joven, también. El caso es que no estuve demasiado arrogante, me parece… Pasé mucho tiempo alejado de la idea de Dios, aunque no de su presencia. La confianza en el Señor rescata de cualquier forma de trivialidad.

Gálatas 6:14

No te extrañará que te diga que leo las Sagradas Escrituras con asiduidad. En Josué (24:13) también se dice: “Os di una tierra por la que no habíais sudado, ciudades que no habíais construido y en las que ahora vivís, viñedos y olivares que no habíais plantado y de cuyos frutos ahora coméis”. Tampoco está mal el principio del Salmo 14 (“Dice el necio para sí: ‘No hay Dios”)… La burra de Balaán ve más que su dueño.

Cuando Moisés le pregunta a Dios su verdadero nombre, Dios le responde: «Soy el que soy». En la Biblia inglesa se traduce curiosamente como: «I am what I am». En hebreo sólo puede decirse: «Soy el que seré» ¿Qué es lo que somos? ¿Somos en función de Dios?

Sí, se trata de un milagro perpetuo. Somos los que Dios quiere que seamos. Un salmo dice «Confío en el Señor, ¿por qué he de tener miedo?» Y otro, el 118: «El Señor es mi fuerza y mi canción. Ahora es mi salvación». Hay que dar gracias siempre, sin parar.

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Terminamos con una reflexión de Borges: “…y luego pienso, que no, que no voy a morirme, si no me he muerto hasta ahora, muy raro, es una cosa nueva, como hombre viejo. ¿Y si soy inmortal? bueno…, me resignaré también” ¿La inmortalidad terrenal sería un premio o un justo castigo José María?

Me gusta la escena de la Odisea en la que Ulises rechaza la inmortalidad que le ofrece su amante. También Ulises parece pensar que nunca se es demasiado humano. Es verdad que luego se encuentra con la sombra de Aquiles, que le dice que preferiría cualquier destino a permanecer entre los muertos.