En esta comparativa es ineludible anotar en la introducción la distinta naturaleza de las dos imágenes. Mientras que la imagen de abajo nos apabulla con su escala pero aun así todavía alcanzamos a imaginar un espacio tal, la de arriba se encuentra absolutamente fuera de los parámetros del ser humano; más aún si tenemos en cuenta la fecha de la que data ese proyecto (1781).
La imagen cuya escala se aproxima más a la realidad se corresponde con una vista interior del Panteón de Roma, construido por el emperador Adriano a principios del siglo II d. C., y que aún hoy permanece intacto.
Sin embargo la imagen de deebajo, lo que viene a representar es una idea visionaria producida por la mente de Etienne Louis Boullée. Este pintor-arquitecto, cuyos trabajos fueron ideados en los prolegómenos de la Revolución Francesa, era consciente de la imposibilidad de llevarlos a cabo con las técnicas del siglo XVIII, pero dedicó gran parte de su carrera a dejar un legado inconfundible y fantástico formado por esta y otras imágenes visionarias.
Programáticamente sí que tienen mucho que ver, puesto que se trataba en ambos casos de edificios religiosos: el Panteón (Templo de todos los Dioses) de Roma y la Catedral Metropolitana de Paris. Y no es esta la única coincidencia: en ambos casos existe un cuerpo cilíndrico que trabaja como tambor de una impresionante cúpula hemiesférica. Pero mientras que el arquitecto Apolodoro de Damasco concibió su obra romana como una “simple” yuxtaposición tambor-cúpula-nártex, Boulleé imaginó su tambor y la cúpula elevados en el centro de una gran cruz latina. Esta habría de estar compuesta por brazos cúbicos rematados por cuatro frontones porticados idénticos. Para añadirle mayor grandiosidad, todo ello iría situado sobre un pódium con escalinatas. Otro recurso empleado para expresar el tamaño, como vemos en la imagen, es una iluminación cenital dramática, que combinada con la potencia de la geometría pura crean melodramáticos estados de ánimo.
En el plano puramente formal, ambos comparten la elección de un entablamento prominente que recorra todo el perímetro interior y que esté sustentado al menos parcialmente por hileras de gigantescas columnas corintias. Pero a estas no se les otorga el mismo protagonismo en ambos casos. En el Panteón éstas podrían llegar a confundirse con las pilastras que también recorren el tambor. Si exageramos un poco, podríamos afirmar que su función es colateral, secundaria. Por el contrario, su presencia en la Catedral Metropolitana es sustancial. Contribuyen como ningún otro elemento a generar la idea de los Sublime. Es casi el único ornato que se permite el arquitecto, pero lo incluye de una forma extensiva (por miles en el exterior y cientos en el interior).
Además, se aprecia otra diferencia crucial entre ambos espacios. Mientras que en el edificio romano los arcos y otros edículos son casi anecdóticos en comparación con el fuerte espacio circular central, la idea de planta que se intuye en el otro dibujo está fuertemente condicionada por esos cuatro arcos monumentales que encierran un núcleo cuadrado y lo extienden en las cuatro direcciones.
En el fondo, la motivación de alcanzar una obra geométricamente pura y colosalmente grande para la época era compartida en los dos casos, así como la de superar edificios homologables en sendos momentos. El conocido como Panteón de Agripa sin duda se inspiró del espacio circular acupulado de Termas como las de Caracalla, al que superó con creces. En el interior del Panteón romano podía inscribirse una esfera de 43 metros de diámetro, lo que la convierte en la mayor cúpula hormigonada construida nunca.
En el caso de Boullée, el afán es superar al recién terminado Panteón de Paris, que ya rompía con el tardobarroco e inauguraba oficialmente el lenguaje neoclásico. Es innegable la influencia del Panteón de Soufflot en la apariencia final del sueño de Boullée. Pero él da un paso más y avanza tanto en escala y en purificación del lenguaje arquitectónico que a su lado, sobre todo en el interior, su modelo parece un juguete barroco.
El nombre que recibe el período arquitectónico donde se encuadra esta megaestructura es el de Neoclasicismo Visionario o Neoclasicismo Revolucionario. Sin duda, esta imagen supone una visión de posibilidades ilimitadas y una revolución tecnológica social. Social porque en sus dibujos siempre incluye grandes multitudes “empoderadas” que hacen uso de grandes espacios al servicio del pueblo. Además, incluir centenares de personas en sus dibujos ayuda a comprender las colosales proporciones de los edificios que había imaginado.
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